Calificación: ***** En 1985, Iron Maiden ya no era solo una banda británica de heavy metal: se había convertido en un fenómeno planetario. Tras una sucesión de discos que redefinieron el género —desde las dos obras con Paul Di’Anno (“Iron Maiden” y “Killers”) hasta las tres joyas inmortales con Bruce Dickinson al frente (“The Number of the Beast”, “Piece of Mind” y “Powerslave”)—, el grupo decidió inmortalizar su momento de máximo esplendor con un álbum en directo que plasmara la fuerza descomunal del World Slavery Tour, la gira más colosal que el metal había presenciado hasta entonces. Aquella travesía fue una auténtica proeza: 190 conciertos en 331 días, con un montaje faraónico inspirado en el Antiguo Egipto, un Eddie gigantesco, una escenografía repleta de luces y fuego, y toneladas de equipo viajando por todo el planeta. Bruce Dickinson describiría más tarde aquella experiencia como “una guerra física y mental”, y su voz —por más prodigiosa que fuera— comenzó a resentirse. En d...
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