Parece mentira que ya hayan transcurrido 15 años desde el regreso discográfico de Bush tras un prolongado periodo de silencio. Aún recuerdo el escepticismo con el que muchos seguidores contemplaron esta segunda vida de una banda que, no mucho antes, había sido considerada uno de los grandes estandartes del post-grunge noventero gracias a una serie de trabajos notables y, cómo no, a su extraordinario vocalista, el bueno de Gavin Rossdale, poseedor de un vozarrón imponente. Por fortuna, el nivel demostrado en “The Sea of Memories”, “Man on the Run”, “Black and White Rainbows”, “The Kingdom” y “The Art of Survival” ha disipado cualquier atisbo de duda y, además, nos ha permitido seguir disfrutando de un grupo que ha sabido actualizar su sonido sin renegar de su legado, mientras sus letras evolucionaban poco a poco hacia terrenos cada vez más introspectivos.
“I
Beat Loneliness” encaja de lleno en esta etapa madura del grupo. No estamos
ante un ejercicio de nostalgia ni ante un intento de recrear “Sixteen Stone” o
“Razorblade Suitcase” (si alguien esperaba exigirles algo así, le recomiendo
que se lo haga ver). Aquí Bush suenan contemporáneos, densos, emocionalmente
intensos y muy conscientes del mundo que los rodea. La soledad a la que alude
el título puede leerse en clave personal, pero también social, digital o
incluso generacional. Rossdale, un letrista de gran nivel, escribe desde la
experiencia y el desgaste, aunque sin perder nunca el deseo de adaptarse.
En
el plano musical, el disco sigue profundizando en la fusión de rock
alternativo, post-grunge, electrónica oscura y texturas industriales, todo ello
envuelto en una producción pulida pero con pegada. Una propuesta que, como pude
comprobar el pasado mes de octubre cuando abrieron para Volbeat en Madrid, gana
todavía más fuerza sobre el escenario.
Desde
el arranque, la banda parece lanzar una clara declaración de intenciones.
“Scars” resulta introspectiva, casi confesional, y fija el tono emocional del
álbum. El grupo se niega a ocultar sus heridas y opta por mostrarlas como parte
inseparable de su recorrido vital. Se trata de un corte de desarrollo pausado
que va creciendo en intensidad hasta desembocar en un estribillo muy fiel a los
cánones habituales del conjunto.
Como
segundo asalto aparece la homónima “I Beat Loneliness”, construida sobre riffs
hipnóticos y con un Rossdale en estado de gracia, cantando cada verso y cada
estribillo con una juventud vocal envidiable. No deja de sorprender que en tan
poco tiempo este tema se haya convertido en uno de los favoritos del público en
cada concierto… ¡tenía madera de clásico!
Otra
de las piezas que sitúo entre las más logradas del disco es “The Land Of Milk
and Honey”, que aporta un pulso más dinámico mientras arremete líricamente
contra las promesas incumplidas y una sociedad marcada por la falsedad. Rock
con un enfoque claramente contemporáneo.
El
grupo apela al respeto y a la empatía en “We’re All The Same On The Inside”,
una canción accesible y cálida en la que las melodías adquieren mayor
protagonismo. Se trata de un tema de vocación radiofónica que, al menos a mí,
me ha dejado algo más frío, pese a contar con un estribillo bastante agradable.
Mucho más convincente me resulta la áspera y contundente “I Am Here To Save
Your Life”, un corte plenamente actual donde la distorsión y los efectos
digitales avanzan de la mano. En cualquier caso, una vez más es Rossdale quien
se lleva el gato al agua gracias a una interpretación sencillamente gloriosa.
Menos
de tres minutos bastan para que la banda vuelva a persuadirnos con “60 Ways To
Forget People”, uno de los adelantos del LP que ha calado con fuerza durante la
gira promocional. No se aparta de las fórmulas habituales del grupo, pero ya
sea por su efectivo coro o por una letra que invita a romper con el pasado,
siento que estamos ante otro de los grandes momentos del disco.
El
bajo adquiere mayor protagonismo en “Love Me Till The Pain Fades”, uno de los
cortes más melódicos del álbum. Admito que, aunque hay pasajes que me resultan
atractivos, la reiteración de algunos patrones algo sobreexplotados le resta
parte del interés a la canción. Justo a continuación el nivel vuelve a repuntar
con la expansiva “We Are Of This Earth” y la lacrimógena “Everyone Is Broken”,
dos composiciones lentas en las que Rossdale brilla con luz propia gracias a
una interpretación mayúscula mientras aborda cuestiones tan sugerentes como el
existencialismo y la vulnerabilidad de una sociedad incompleta.
Tras
la cálida “Don’t Be Afraid”, donde las revoluciones se mantienen contenidas, el
grupo decide volver a morder con la cambiante “Footsteps In The Sand”, una
pieza que desconcierta inicialmente por unos arreglos digitales algo saturados
que, por suerte, dan paso a una sección posterior más cruda y distorsionada.
El
viaje concluye con “Rebel With A Cause”, un cierre melódico que lanza un
llamamiento a la rebelión humana, no desde el estruendo, sino desde una actitud
consciente y reflexiva que recuerda que todos merecemos aspirar a algo mejor.
CONCLUSIÓN
Como
comentaba al inicio, nadie esperaba que Bush, a estas alturas, publicara un
disco equiparable a “Sixteen Stone” o “Razorblade Suitcase”, pero resulta más
que celebrable el buen nivel general de este introspectivo “I Beat Loneliness”,
un trabajo disfrutable y repleto de momentos sonoros y líricos de calidad.
Sí
considero que la primera mitad se sitúa un par de peldaños por encima de la
segunda, lo que genera cierta descompensación perceptible cuando se escucha el
álbum de una sentada. Aun así, estamos ante una obra accesible y muy madura,
marcada por el sello inconfundible de este grupazo.

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