En septiembre de 1975, Kiss se encontraba en una encrucijada. Tras publicar tres discos de estudio monumentales (“Kiss”, “Hotter Than Hell” y “Dressed to Kill”), la banda ya había dejado claro su enorme potencial, pero ninguno de esos trabajos lograba capturar la intensidad, el fuego y la electricidad de sus directos. El maquillaje, la sangre falsa, las plataformas y las llamaradas formaban parte inseparable de su ADN, pero aún faltaba un álbum que transmitiera la experiencia real de asistir a un concierto de Kiss.
Ese álbum
fue “Alive!”, un doble LP en directo que no solo rescató a Casablanca Records
de la bancarrota, sino que también definió el sonido del grupo y marcó un antes
y un después en la historia de los discos en vivo de rock. Retocado en estudio
o no (tema que sigue generando debate cinco décadas después), lo indiscutible
es que “Alive!” consiguió lo esencial: el rugido de la multitud, la sensación
de estar en primera fila y el poder de cuatro músicos decididos a conquistar el
mundo.
Cincuenta
años más tarde, “Alive!” continúa siendo uno de los discos en vivo más queridos
e influyentes del rock. Inspiró a una generación entera de artistas y demostró
que un álbum en directo podía ser no solo un complemento, sino un auténtico
trampolín hacia la grandeza.
Desde la
inicial “Deuce”, clasicazo elegido con precisión para abrir fuego, queda claro
que lo que tenemos delante no es un simple recopilatorio en vivo. Gene Simmons
escupe versos y estribillos con su habitual chulería, mientras el público
responde entregado desde los primeros compases. Una apertura impecable que
marca el tono del doble LP.
Con la
hinchada rendida, Paul Stanley toma el micro para interpretar junto a sus
compañeros otro emblema como “Strutter”, que en esta versión suena mucho más
feroz gracias a la distorsión de las guitarras y a la pegada de Peter Criss
tras los parches.
A
continuación viajamos hasta el excelente “Hotter Than Hell” con dos de sus
joyas. Primero, una versión arrolladora de “Got To Choose”, donde la guitarra
de Ace Frehley aporta matices adicionales que le dan un filo especial. Luego
llega la homónima “Hotter Than Hell”, con un Simmons cavernoso al frente y una
banda sonando ruda y sucia como pocas veces. Una pieza que, sin duda, encuentra
su hábitat natural en el escenario.
El
recorrido regresa al debut del grupo con “Firehouse” y “Nothin’ To Lose”. La
primera brilla por la interacción con un público que enloquece con las sirenas
de la puesta en escena, mientras que la segunda es puro desmadre rockero, con
Criss y Simmons compartiendo voces y una audiencia que se entrega por completo
a este clasicazo festivo.
Entre las
que ganan fuerza en vivo destaca “C’mon And Love Me”. Aquí el tema adquiere
músculo: Stanley canta con mayor soltura y las guitarras respiran más libertad,
dando pie a la improvisación de Ace y Paul. Pero si hablamos de contundencia,
“Parasite” se lleva la palma. El riff de Frehley irrumpe con fiereza para
sembrar el caos, respaldado por un trabajo de batería especialmente agresivo de
Criss. Dinamita pura.
El primer
disco cierra con una imprescindible versión de “She”, que la banda alarga hasta
los 7 minutos para dar rienda suelta a la improvisación y mostrar su faceta más
jam-band. Palabras mayores para el extenso solo de Ace, que eleva la pieza a un
nivel épico. Uno de los momentos más grandes del álbum.
El
espectáculo prosigue con la demoledora “Watchin’ You”, donde destaca la
soberbia interpretación vocal de Simmons, sin duda de las mejores del show.
Este corte sirve de antesala a una ya mítica versión de más de 12 minutos de
“100,000 Years”, donde la banda interactúa con el público y Peter Criss regala
un solo de batería digno de su leyenda.
Para mí,
la obra maestra absoluta de Kiss es “Black Diamond”, esa joya dramática que
cerraba su primer disco y que, como imaginaréis, también es mi favorita en este
directo glorioso. Tras la solemne introducción de Stanley, la voz áspera de
Criss transforma la pista en una tormenta rockera de primera magnitud.
La
introducción acústica de “Rock Bottom” aporta un contraste perfecto antes de
estallar en electricidad ensordecedora. Como en gran parte del álbum, el
directo añade un plus de energía y magia. Una de las grandes sorpresas del LP.
Nos
acercamos al final, pero antes la banda nos reserva dos clasicazos festivos:
“Cold Gin” y la icónica “Rock and Roll All Nite”, interpretadas magistralmente
por Simmons y convertidas en el punto álgido de la celebración, con un público
absolutamente entregado.
La
vacilona “Let Me Go, Rock ’n’ Roll” cierra de la mejor manera posible un álbum
que es pura fiesta. Velocidad, energía y desenfreno convierten este tema en una
despedida electrizante que, una vez más, demuestra la enorme química entre
estos cuatro titanes del rock. La definición de Kiss en su versión más lúdica y
salvaje.
CONCLUSIÓN
“Alive!”
no es solo un disco en directo: fue el momento en que Kiss dejó de ser una
promesa para convertirse en un fenómeno imparable a escala mundial. Convirtió
sus primeros éxitos en clásicos eternos, capturó la esencia del espectáculo
Kiss y marcó el camino para toda una generación de álbumes en vivo posteriores.
Medio
siglo después, sigue siendo uno de los discos en vivo más influyentes y
queridos de la historia, una obra que inspiró a miles de músicos y que
demuestra que, cuando el rock se convierte en espectáculo, puede alcanzar
dimensiones casi míticas.
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