Junto a
Brian y Angus, la formación la completan el más que solvente Stevie Young,
quien lleva más de 10 años intentando ocupar el enorme hueco que dejó su tío
Malcolm (D.E.P.), y dos “fichajes” más que cumplidores como son el poderoso
Matt Laug (ex Slash’s Snakepit y Alice Cooper) a la batería, debido a los
problemas legales que han alejado a Phil Rudd de los escenarios fuera de Nueva
Zelanda, y el gran Chris Chaney (ex Jane’s Addiction) en el bajo, sustituyendo
al retirado Cliff Williams. Lo cierto es que, si dejamos la melancolía a un
lado —y puedo asegurar al lector que no hay día que no extrañe a Malcolm
Young—, Angus y Brian han logrado armar una base rítmica impecable sin alterar
un ápice el ADN de AC/DC.
Ya el
primer show en Madrid, el pasado sábado, había dejado claro que la ciudad
estaba preparada para rendirse a sus pies. Las críticas fueron unánimes: AC/DC
sigue arrasando con una vitalidad arrolladora, aunque el sonido del
Metropolitano siga suscitando todo tipo de comentarios negativos. Este segundo
concierto no solo confirmó esas sensaciones positivas, sino que ofreció una
versión aún más compacta, poderosa y afinada de la banda, que se mostró cómoda,
sonriente y letal durante más de dos horas de show sin respiro.
Mucho se
ha discutido sobre la legitimidad de esta encarnación de AC/DC, especialmente
tras la muerte de Malcolm Young y el retiro de Cliff. Sin embargo, anoche, como
en cada espectáculo que la banda ha ofrecido entre 2024 y 2025, el debate quedó
zanjado: si siguen aquí no es por capricho ni por contrato, sino por una
conexión genuina con su público. Angus, incombustible, sigue viviendo cada show
como si tuviera veinte años, y Brian Johnson demuestra que los aparatos que ha
empleado para poder proteger sus oídos en directo (recordemos que hace 9 años
tuvo que dejar el grupo ante el riesgo severo de una sordera total) han
funcionado a la perfección y le están permitiendo, no solo seguir ofreciendo
unas interpretaciones vocales más que competentes para su prolongada edad, sino
disfrutar como nunca de cada show que este ofrece junto al grupo (no deja de
bailar y de interactuar durante las canciones, algo que me alegra muchísimo).
Tengo claro que nuestro Brian está viviendo uno de los momentos más felices de su
vida, al menos a nivel profesional.
THE
PRETTY RECKLESS: ROCK CON MUCHA ALMA
AC/DC
nunca se equivoca a la hora de elegir a sus teloneros. Tras The Answer, Vintage
Trouble o Tyler Bryant And The Shakedown, para este nuevo tour el honor ha
recaído sobre The Pretty Reckless, la experimentadísima banda liderada por
Taylor Momsen, de la que ya hemos hablado en el pasado en este Blog y que basa
su propuesta en un Hard-Rock preciso y atemporal que se ha traducido en una
discografía breve pero muy sólida.
Durante
casi una hora, y pese a contar con unos equipos de sonido algo humildes, la
banda repasó algunos de sus grandes hits como “Make Me Wanna Die”, “Going To
Hell” o “Heaven’s Know”, al mismo tiempo que aprovechó para rescatar temas de
su más reciente álbum de estudio (“Death By Rock and Roll” fue una apertura de
primer nivel para el concierto y “Witches Burn” provocó una enorme interacción
entre el público de pista y la propia Momsen), y otro par de perlitas que nos
han dejado en los últimos años como la clásica “Take Me Down”, con la que el
cuarteto se despidió de un público que le agradeció el hecho de que amenizaran
una tarde-noche tan calurosa. Destaco aquí la figura de Taylor Momsen y esa
presencia magnética que, junto a una voz donde se equilibran potencia y
vulnerabilidad, es capaz de captar tu atención durante el tiempo que ella
estime necesario. Una elección más que acertada para calentar motores antes del
vendaval australiano.
AC/DC:
LOS REYES DEL HARD-ROCK VUELVEN A TRIUNFAR EN LA CAPITAL
Con
bastante puntualidad, las luces del Metropolitano comenzaron a apagarse para
que la marea de cuernos y de gargantas afiladas diera la bienvenida a los
auténticos reyes del Hard-Rock. “If You Want Blood (You’ve Got It)” fue la
elegida para abrir una noche inolvidable, apostando así por un arranque feroz y
clásico que permitió comprobar desde el comienzo el sorprendente estado vocal y
físico en el que se encuentra Brian Johnson, quien no dejó de saltar y moverse
por cada rincón del escenario mientras su garganta incendiaria sometía a
Madrid. ¿Y qué decir de Angus Young? Solamente necesitó un par de segundos
sobre el escenario para comenzar a correr por la pasarela y volver a
demostrarnos que la edad es solamente una cifra.
Con la
maquinaria perfectamente engrasada, y tras un rápido saludo de Brian Johnson,
el Metropolitano se vino abajo cuando las guitarras de Angus y Stevie dibujaron
la inconfundible sucesión de acordes de “Back In Black”, himno que cambió la
historia del grupo y con la que Brian Johnson demostró allá por 1980 que sería
capaz de continuar el legado que el eterno Bon Scott había dejado antes de
morir. Y precisamente el propio Johnson merece aquí nuevamente gran parte de
los elogios, llegando a unos agudos más que aceptables para su edad. Tras
semejantes dos números, Brian pidió al respetable que se hidratara para poder
sobrevivir al insoportable calor madrileño y disfrutar al máximo de un show que
prometía ser glorioso.
A modo de
promocionar un poco el reciente “Power Up”, la banda defendió de maravilla
“Demon Fire”, uno de los temas más oscuros y sucios de dicho LP, que permitió
disfrutar al máximo de la innegable química musical que se ha creado entre
Stevie, Matt y Chris, quienes han conformado una base rítmica que poco tiene
que envidiar a la que en su momento desplegaron Malcolm Young, Phil Rudd y
Cliff Williams.
Y de un
tema nuevo pasamos a la celebrada “Shot Down In Flames”, clasicazo del álbum
“Highway To Hell”, que en cada show donde suena es sinónimo del caos más
absoluto con su ritmo vacilón. En el efectivo solo, Angus Young no dudó en
sacar a pasear por primera vez en la velada su característico duck walk (un
préstamo de Chuck Berry que con los años ha terminado por hacer suyo).
¡Cómo
rugió el Metropolitano cuando Angus Young se sacó de la chistera el histórico
punteo de “Thunderstruck”! Y sí, no tiene la velocidad de antaño y hay algunas
notas en las que puede errar (¿quiénes somos nosotros para exigirle la misma
destreza a una leyenda que ya tiene 70 primaveras a sus espaldas?), pero la
ejecución por su parte y por el resto del grupo fue impresionante. Brian
Johnson no dudó en rugir en cada verso y estribillo, creando nuevamente esa
simbiosis con el público que solamente AC/DC es capaz de generar.
En un tono
más relajado, la banda invitó a los seguidores a brindar por la vida y el Rock
con la festiva “Have a Drink on Me”, un tema siempre celebrado y cuyo
estribillo fue coreado mientras miles de vasos con cerveza, tintos de verano y
otras bebidas eran presentados en un brindis multitudinario.
La campana
del infierno que ha acompañado al grupo desde 1980 a modo de no olvidar nunca a
Bon Scott (ahora también a Malcolm Young) descendió sobre el escenario para
acompañar al grupo durante su impecable interpretación de “Hells Bells”, el
momento ceremonial de la velada. Sobre una base instrumental tan potente como
hace 45 años, Brian se desgañitó mientras nos aseguraba que “no hace
prisioneros”, algo que a estas alturas del concierto nos había quedado más que
claro.
“Shot In
The Dark” fue la segunda y última referencia del show a “Power Up”. En directo
suena más musculoso y fue recibido con entusiasmo pese a su corta vida, lo cual
sirve, de paso, para confirmar la enorme calidad de sus obras más recientes.
Una de las
grandes sorpresas del repertorio de la gira ha sido la inclusión de mi querida
“Stiff Upper Lip” y ese Blues-Rock infeccioso que a principios del nuevo
milenio despertó tantos elogios entre la prensa musical. Otro número en el que
la banda sonó compacta, pesada, con un groove irresistible.
Casi se
cae el estadio cuando el riff principal de “Highway To Hell” comenzó a atronar,
convirtiendo al Metropolitano en un auténtico infierno donde la multitud
acompañó al grupo en cada verso y estribillo. Habré escuchado la canción un
millón de veces, pero jamás renunciaría a volver a escucharla una vez más… eso
es lo que distingue a un clásico de un tema del montón.
¿Qué
canción podía mantener al público entregado de la misma forma que “Highway To
Hell”? Evidentemente, no había mejor elección que “Shoot To Thrill”, uno de mis
temas preferidos de AC/DC por la potencia que despliega Brian Johnson aquí, así
como por ese glorioso interludio que en directo desarrollan tras el solo de
Angus, donde los asistentes no dudaron en acompañar al grupo entre aplausos y
gritos, hasta tal punto que Brian Johnson, con su calidez habitual, no dudó en
piropear a la audiencia con un “This is Rock and Roll Madrid Style”.
La
sensualidad provocativa de la era Bon Scott hizo acto de presencia en mi
adorada “Sin City”, temazo del infravalorado “Powerage”, que hipnotizó a la
capital con ese tempo engañosamente relajado que te atrapa desde las primeras
de cambio. El bueno de Angus no dudó en emplear su corbata para tocar la
guitarra y, ya de paso, acompañar al micrófono a Brian en ese célebre verso que
dice “Ladders and snakes… ladders give, snakes take”.
A modo de
sorpresa, AC/DC reintrodujo en el repertorio “Given The Dog A Bone”, que no
sonaba en directo desde el año pasado, y que fue bien recibida por una
audiencia que comenzaba a tomar conciencia de la magnitud del concierto que
estaban presenciando.
La fiesta
volvió a armarse en el estadio con “Dirty Deeds Done Dirt Cheap”, clasicazo de
la era Bon Scott cuyo estribillo fue coreado a pleno pulmón por más de 50.000
almas. Brian Johnson, mientras disfrutaba como un niño, sacó a relucir su
faceta más teatral en un número que fue rematado por un breve solo de Angus
Young y la posterior reverencia del respetable.
Uno de los
momentazos de la noche lo puso “High Voltage”, otro hit que se remonta a los
primeros años de vida del grupo y que, como viene siendo habitual en los
conciertos, contó con una prolongada sección intermedia donde Brian recorrió la
pasarela mientras invitaba a los asistentes a bailar y gritar “High!” como si
no hubiera un mañana, creando por enésima vez un vínculo único entre banda y
afición. Esto es Rock and Roll elevado a su máximo exponente. No trates de
entenderlo… ¡disfrútalo!
Los
amantes de “Powerage” nos rendimos a los pies de Angus cuando sus manos
dibujaron el amenazante riff inicial de “Riff Raff”, uno de los temas más
rápidos y ambiciosos de su discografía. La interpretación del quinteto fue tan
precisa como visceral, con Angus en modo demonio desatado, corriendo sin rumbo
fijo mientras Brian forzaba al máximo sus cuerdas vocales en este exigente
numerazo que, para nuestra fortuna, han recuperado durante el Power Up Tour.
El
Hard-Rock pegadizo y bailable de “You Shook Me All Night Long”, hit
inmediatamente reconocible y celebrado, que no importa cuántas veces lo
escuches ya que siempre funciona, fue la antesala de un fin de fiesta lleno de
decibelios que estaba a punto de iniciarse.
Primero
fue el turno de la gloriosa “Whole Lotta Rosie”, pieza brillantemente ejecutada
a nivel instrumental (Angus sigue brillando en ese solo y, por supuesto, en el
incisivo riff principal del número), pero con la pequeña pega de los problemas
que Brian Johnson experimentó con sus auriculares y que no le permitieron
cantar con comodidad después del primer estribillo.
No sería
descabellado afirmar que el clímax absoluto del concierto lo provocó “Let There
Be Rock”, clásico espídico que dio nombre a mi disco preferido de estos
titanes, y que volvió a demostrar que la actual formación de la banda suena
igual de poderosa que hace años. Con los problemas en sus monitores
solucionados, Brian cantó y bailó como si no hubiera un mañana antes de que un
largo segmento instrumental convirtiera a Angus en dueño y señor del escenario,
con ese tradicional solo maratoniano con el que recorrió todos los rincones
posibles, disparando solos a mansalva a lo largo de la pasarela, pero también
sobre una enorme plataforma que lo elevó al cielo de un Metropolitano que
solamente podía mirar boquiabierto a este genio tan peculiar mientras daba
vueltas en el suelo y, por supuesto, sobre la enorme pared de amplificadores
del escenario, donde interactuó constantemente con el respetable, que no dudó
en desgañitarse y tratar de emular cada nuevo punteo que nacía de su Gibson SG.
Tras un
falso final, llegó la hora de un encore con el que la banda metió el “piloto
automático” para terminar la velada con la mayor grandeza. Primero sonó “TNT”,
provocando el caos absoluto entre la hinchada, que rápidamente se arrancó con
los coros (“Oi! Oi! Oi!”), convirtiendo el Metropolitano en un incendiario
campo de batalla.
El fin de
fiesta lo puso, como siempre, “For Those About To Rock (We Salute You)” entre
cañonazos ensordecedores con los que el grupo saludaba por última vez (al menos
de momento) a un público de primerísimo nivel y volvía a dejar claro que en el
Hard-Rock hay bandas buenas, bandas grandes, leyendas y, por encima de estos,
en el trono, custodiado por cañones, Satán y una legión de fans que les ha
acompañado durante más de medio siglo, se encuentra AC/DC.
CONCLUSIÓN
Así
llegaba a su fin un concierto al que no puedo privar de la máxima calificación.
El sonido fue nítido desde nuestra posición, permitiéndonos así disfrutar al
máximo de una banda que ha sabido envejecer sin perder un ápice de la grandeza
que ha caracterizado a sus directos. Todos los honores para el incombustible
Angus Young y su despliegue de técnica guitarrera vivida con esa intensidad y
locura que le distingue, pero por encima de todo, larga vida y un enorme
GRACIAS a Brian Johnson por hacer todo lo posible para volver a AC/DC, buscando
una solución salvadora para sus problemas de audición que le han permitido
ofrecer una actuación de primer nivel teniendo en cuenta sus 78 añazos. Insisto
en que el cantante está disfrutando como nunca sobre las tablas, bailando y
corriendo como nunca antes por todo el escenario.
Si esta
fue la última vez que AC/DC tocó en España, ha sido una despedida a la altura
de su historia.
PD: Me voy
a permitir finalizar dedicando esta crónica a mi tío, quien hace 10 años hizo
todo lo posible para que cumpliera el sueño de ver por primera vez en mi vida a
AC/DC. Hace unos meses nos dejó, pero ayer en el Metropolitano lo sentí
cerquita disfrutando de la velada conmigo.
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