Cuando en 2003 salió a la luz “As The Palaces Burn”, el segundo álbum de estudio de los jóvenes Lamb of God, oriundos de Virginia (quienes previamente se habían llamado Burn The Priest y lanzado un álbum homónimo en 1999), el mundo comenzó a notar las enormes facultades de estos músicos. Su sonido bebía tanto del Heavy Metal tradicional, con Black Sabbath como una inspiración crucial, como del Thrash y Groove Metal contemporáneos, añadiendo un toque personal con sus melodías.
Epic Records, uno de los
sellos más influyentes de las últimas décadas, no tardó en hacerles una oferta
atractiva para incorporarlos a su catálogo y lanzar sus próximos álbumes.
Conscientes de la expectativa, el quinteto decidió mantener el sonido que habían
desarrollado hasta entonces, pero con mayor atención a los detalles, lo que
resultó en un salto de calidad notable respecto a sus anteriores trabajos. Para
ello, contaron con Gene “Machine” Freeman, uno de los productores más
destacados del subgénero, quien les ayudó a dar forma a una obra que se
consagraría como un clásico del Metal Contemporáneo. El trabajo de Gene es
digno de elogio, dotando al sonido de una limpieza superior frente a la
distorsión excesiva y difusa de su predecesor, “As The Palaces Burn”, producido
por Devin Townsend.
Otro aspecto que definió
a “Ashes Of The Wake” fue la fuerte influencia de la Guerra de Irak, con letras
críticas hacia la clase política y un tono bastante pesimista. La portada del
álbum, diseñada por Ken Adams, refleja la indignación del grupo con este
conflicto, mostrando una bandada de palomas de la paz esqueléticas que
descienden a una Tierra roja, similar al infierno, portando balas en lugar de
ramas de olivo. Este dibujo simboliza, según su autor, la mentalidad violenta
de la clase americana que destruye Irak como si fuera una Guerra Santa.
“Laid To Rest” abre el
álbum con una potencia y agresividad que siempre me fascina. El trabajo de
guitarras y percusión es fiel al Groove Metal 100% americano, el mismo que
Pantera engrandeció una década antes. Si a esa instrumentación imponente
(atención al pequeño breakdown a mitad de canción) le sumamos una
interpretación vocal explosiva de Randy Blythe, estamos ante un tema perfecto.
El doble pedal
intimidatorio de Chris Adler anuncia la llegada de otro hit compuesto por
Willy, donde critican abiertamente la entrada de su país en la Guerra de Irak
tras los atentados del 11 de septiembre. El trabajo de guitarras en el
interludio y el posterior breakdown, con líneas melódicas imposibles mientras
bajo y batería crean una sección rítmica punzante, es de un nivel excepcional.
En la colosal “Now You’ve
Got Something To Die For”, Randy Blythe cuestiona a la administración Bush por
mandar a inocentes a combatir en el extranjero. A pesar de su respeto por los
soldados, la letra revela una fuerte crítica a la guerra. Esta pieza cargada de
veneno combina la velocidad endiablada con momentos de riffs densos, siendo un
diamante en bruto del quinteto.
“The Faded Line” sigue la
línea lírica del álbum y destaca por la maestría de Chris Adler con el doble
pedal, mientras Randy Blythe entrega una de sus mejores interpretaciones
vocales, combinando growls característicos con agudos desgarradores en algún estribillo.
El breakdown seguido por melodías de guitarra con inspiración oriental es un
punto alto de la canción.
La legendaria “Omerta”
comienza con un ritmo lento (esa introducción narrada de Randy leyendo un texto
sobre la ‘ley del silencio’ es sublime) antes de explotar en una sección más
intensa e incisiva en su segunda parte. La potencia de los muteados y la interpretación
vocal de Blythe impulsan la pieza como una apisonadora imparable.
“Blood Of The Scribe” es
un trallazo eléctrico lleno de músculo thrasher y mucha distorsión que, en
cuatro minutos, desata el caos absoluto. La exhibición de doble pedal de Chris
y la cohesión guitarra-bajo en la segunda mitad del tema son dignas de mención.
“One Gun” hace otra
referencia a la Guerra de Irak y nos permite degustar de nuevo la crudeza del
Groove-Thrash de Lamb of God, con un ritmo imponente que culmina en un final
apoteósico. Aunque no es un clásico del grupo, no tiene nada que envidiar al resto
de piezas del LP.
Las percusiones tribales
que surgen antes del primer minuto de “Break You” pueden hacernos pensar que
estamos escuchando a Sepultura, pero la distorsión de las guitarras, la
percusión descontrolada y las voces deathcore de Blythe nos recuerdan que
estamos ante Lamb of God. Un temazo.
“What I’ve Become” es un
caos thrasher que evoca a los Slayer de los 90, con un ritmo muteado que avanza
sin piedad de principio a fin. Es un diamante escondido del álbum, al nivel de
los grandes hits del conjunto.
La homónima “Ashes Of The
Wake” ofrece casi seis minutos de gloria instrumental donde la dupla de
guitarras formada por Willie Adler y Mark Morton despliega solos y riffs
demenciales, mientras Chris y John crean una base rítmica perfecta. Una delicia
para los amantes del Metal.
El álbum cierra con
“Remorse Is For The Dead”, cuyo inicio melódico y depresivo da la falsa
impresión de que la agresividad ha quedado atrás. Pero, segundos después, un
ritmo abrasador toma el control, permitiendo a Blythe rugir con toda su furia.
Un final a la altura de lo que hemos escuchado.
CONCLUSIÓN
“Ashes Of The Wake” fue
la consagración definitiva de Lamb of God, que llegaron para quedarse como
abanderados del Groove Metal en el nuevo milenio. Sus once canciones conforman
uno de los grandes registros de este subgénero en las últimas dos décadas, haciendo
de este álbum una obra de escucha obligatoria para todo amante del Metal más
salvaje. Pronto disfrutaríamos de otras joyas como “Sacrament” (2006) o “Wrath”
(2009), pero el primer gran álbum de Lamb of God fue este “Ashes Of The Wake”,
una obra FUNDAMENTAL en la historia moderna de nuestro amado Metal.
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