A mediados de los 90, Helloween no era solo una banda con turbulencias: era una banda al borde del colapso. Tras la partida de Kai Hansen en 1989 y la entrada de Roland Grapow, la segunda crisis llegó con la salida de Michael Kiske y la trágica muerte de Ingo Schwichtenberg en 1995 un golpe emocional devastador. Después de convertirse por derecho propio en uno de los máximos exponentes del Power Metal internacional gracias a la excelencia de “Walls Of Jericho” y las dos partes de ”Keeper Of The Seven Keys”, la banda comenzó a mostrar signos de agotamiento en dos obras irregulares y que dividieron a los fans como “Pink Bubbles Go Ape” (1991) y “Chameleon” (1993), algo que no dejó de avivar las tensiones entre Michael Kiske y el resto de miembros del grupo. No tardó en producirse lo inevitable: un Kiske sin apoyos tras la marcha un par de años antes de su amigo Kai Hansen dejaba el grupo para comenzar una carrera solista.
Muchos
daban a Helloween por acabados…Pero entonces ocurrió lo impensable: la llegada
de un joven Andi Deris aportó una vitalidad renovada al grupo contra todo
pronóstico. “Master of the Rings” (1994) trajo de vuelta a los mejores
Helloween, apostando por un estilo no muy alejado de sus primeras obras, pero
con una identidad propia.
Con la banda de vuelta a la senda del éxito “Time of the Oath” trajo consigo la consagración de esta nueva etapa de un grupo que volvía a imponer respeto a escala internacional. Fue en esta obra donde la banda abrazó nuevamente la esencia metálica, combinando la épica clásica de los Keepers con un tono más oscuro y contemporáneo. Cabe señalar que el álbum está dedicado a Ingo Schwichtenberg, y ese espíritu se percibe en la atmósfera melancólica, intensa y madura que lo recorre de principio a fin. Es un trabajo emocional, poderoso y cargado de significado: la reconstrucción emocional de una banda que se negaba a desaparecer.
Y es que
desde la inicial “We Burn” la banda dejaba claro que había recuperado su
identidad al 100%. Su riff es directo y cortante, apostando por un Power Metal
clásico y con mucho músculo donde las aportaciones de la base rítmica
conformada por Markus Grosskopf y Uli Kusch brillan con luz propia, así como un
eléctrico Deris, que ruge con una agresividad mayor que en “Master Of The
Rings” y que poco tiene que ver con el tono más festivo y dramático de Kiske.
Si a eso le sumas una letra que abre fuego contra el sensacionalismo y la
destrucción mediática creo que estamos ante una apertura de mil quilates.
El viaje
no deja de mejorar gracias a mi querida “Steel Tormentor”, un tema donde la
batería de Uli Kusch ponen a temblar las tripas mientras las guitarras de
Weikath y Grapow no dejan de dialogar y de moverse entre lo melódico y lo
técnico. Un clásico indiscutible de esta
época con uno de mis puentes-estribillos predilectos de la era Deris. Melódica,
brillante…¡perfecta!
Que bandas
como Hammerfall o Edguy grabaron sus primeras obras tomando como referencia a
Helloween es algo que queda más que probado en temas como la épica “Wake Up the
Mountain”, una pieza que jamás entenderé como quedó relegada a un segundo lugar
dentro de la historia del grupo. Su estructura progresiva va construyendo
tensión desde los versos para terminar explotando en un estribillo con coros
muy “Keeper”, pero con una oscuridad que refleja esta nueva etapa de un grupo
en plena forma.
Turno de
un himno mayúsculo del grupo. “Power” tiene el espíritu alegre de los primeros
Helloween, con la lírica revolucionaria de Weikath y un sonido más sencillo,
pero irresistible que se apoya fundamentalmente en un estribillo que ya es
historia del grupo, provocando el caos allá donde es interpretada.
Palabras
mayores para la imprescindible “Forever and One (Neverland)”, la balada por
excelencia del álbum y una de las más emotivas de la carrera del grupo. Deris
muestra su capacidad de transmitir fragilidad real, con una interpretación
íntima, casi quebrada en algunos momentos. La instrumentación es sobria, sin
excesos, dejando que la melodía sea la protagonista. El tema recuerda de manera
indirecta el clima emocional de la banda tras la muerte de Ingo, aunque la
letra habla de pérdida amorosa. Adoro esta versión, pero me parece que nada
supera las interpretaciones a dúo que Deris y Kiske nos han regalado en los
últimos años durante la exitosa reunión del grupo.
“Before
The War” es un tema adelantado a su tiempo, ya que a lo largo de sus cuatro
minutos y medio de duración la banda comienza a mostrar las cartas de lo que
sería el sonido de Helloween en el nuevo milenio. En sus armonías oscuras, la
el doble pedal frenético y un estribillo de manual encontramos elementos que
impregnarían obras recomendables como “The Dark Ride”, “7 Sinners” o “Better
Than Raw”.
El
Hard-Rock melódico de “A Million to One” tal vez desentone un poco en medio de
tanta oscuridad, pero no deja de mostrar algunos elementos disfrutables como su
groove adictivo o un estribillo luminoso. En líneas generales es un tema que
recuerda al Andi Deris de Pink Cream 69, su anterior banda. Buen corte, pero
algo inferior al resto de piezas del LP.
El
espíritu vacilón de “Dr. Stein” o “Rise and Fall”, pero con un sonido más
moderno, resurge en “Anything My Mama Don’t Like”, una pieza desinhibida y
ligeramente glam donde percibimos a un grupo que se lo pasó realmente bien
durante las sesiones del grupo. Un respiro colocado estratégicamente y
sorprendentemente efectivo.
“Kings
Will Be Kings” nos devuelve al Power Metal de toda la vida: velocidad, doble
bombo incansable y melodías heroicas. Podría encajar perfectamente en un “Keeper”
por su estructura ascendente y su aura de grandeza, lo cual dice mucho de este
tema sobre la búsqueda de liderazgo, la responsabilidad y el legado. Las
guitarras vuelan con armonías gemelas que recuerdan a la época dorada de
Weikath, pero con Roland ocupando el puesto del mismísimo Hansen. Para mí, otro
tema injustamente tratado dentro de la historia del grupo ya que tiene madera de clásico.
Probablemente
la pieza más ambiciosa y progresiva del álbum sea “Mission Motherland”, un
corte complejo donde no faltan los cambios rítmicos, los pasajes inesperados y
donde Grapow deja su impronta con modulaciones y pasajes inesperados. La letra
juega con conceptos casi sci-fi, mezclando misticismo con reflexión social.
Nueve minutos más que disfrutables que demuestran que, más allá del power,
Helloween podía ser una banda creativamente intrépida.
Las
revoluciones vuelven a bajar en otra elegante balada titulada “If I Knew” en la
que Deris nos conmueve con sus registros más suaves y confidentes para
hablarnos sobre el arrepentimiento y la necesidad de redención. Pieza sin
grandes pretensiones, pero muy humana que nos prepara el cuerpo para el gran
final del álbum.
Una obra
de tanto nivel merecía un broche de oro a la altura y la banda así lo
materializó. Pocos temas de la etapa Deris me parecen tan perfectos como la
homónima “The Time Of The Oath”, una pieza épica de siete minutos de duración
que te deja sin palabras desde su introducción pesada y oscura (el riff
principal tiene cositas de “Pull Me Under” de Dream Theater). La banda va
tejiendo una composición que no deja de crecer hasta desembocar en un final
épico y heroico. Temazo mayúsculo.
CONCLUSIÓN
“Time of
the Oath” es el álbum que devolvió definitivamente a Helloween a la primera
línea del metal europeo y que confirmó los síntomas de recuperación mostrados
en el magistral “Master Of The Rings”. No es solo un excelente disco: es un
testimonio de resistencia, unidad y madurez. Aquí se fusiona la épica clásica
del grupo con una oscuridad emocional palpable, fruto de los momentos difíciles
que atravesaron.
Es un
trabajo intenso, equilibrado, lleno de himnos, con una producción sólida y un
Deris pletórico en su consolidación como nuevo líder vocal del grupo. Su
impacto fue inmenso: recuperaron credibilidad, reconquistaron a los fans y
volvieron a ser una referencia clara del power metal mundial.

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