Ni la avalancha de actividades con motivo de la festividad de Halloween por toda la capital logró eclipsar el magnífico espectáculo que ofreció Volbeat anoche en el Palacio Vistalegre madrileño. Confieso que era la primera vez que veía a los daneses en directo, y no pudo ser en mejor momento: el grupo atraviesa una etapa espléndida, presentando un disco notable como “God Of Angels Trust” y girando por Europa acompañado de dos propuestas muy interesantes, Bush y Witch Fever.
Según la organización, la visita a Madrid rozó el lleno absoluto, convirtiéndose en la actuación más multitudinaria que Volbeat ha ofrecido hasta la fecha en nuestro país.
El viaje desde Tenerife el mismo día del concierto y una inevitable parada para reencontrarme con viejos amigos me impidieron llegar a tiempo para el inicio de Witch Fever, formación de la que había oído hablar muy bien y que tendré que descubrir en otra ocasión. Tan justo fue el tiempo que apenas un minuto después de ocupar mi asiento en grada, los veteranos Bush irrumpieron en el escenario para desplegar un show de casi una hora, donde demostraron oficio y solvencia con un repertorio que alternó éxitos de siempre con material más reciente. Resulta sorprendente que una banda de tal prestigio figure como telonera de Volbeat, ya que ignorar discos del calibre de “Sixteen Stone” o “The Art Of Survival” sería renunciar a piezas fundamentales de la escena sonora de finales del pasado milenio. En cualquier caso, fue un auténtico privilegio disfrutar de un directo crudo y eléctrico como el que ofrecieron estos británicos, logrando conectar con un público que comenzaba a abarrotar el recinto desde los primeros compases de “Everything Zen”.
Lo primero que cabe resaltar del concierto de Bush es el envidiable estado físico y vocal del incombustible Gavin Rossdale, que a sus 60 años sigue hipnotizando con esa voz que le dio fama hace tres décadas, moviéndose por el escenario con una energía que desafía al tiempo. A su lado, un no menos destacable Robin Goodridge, el otro gran veterano del grupo, brilló con luz propia; de no ser por el altísimo nivel general de la banda, habría sido coprotagonista indiscutible junto a Rossdale. Tampoco puede pasar desapercibido el contundente bajo de Corey Britz, que hizo temblar los cimientos del Vistalegre, ni la riqueza de matices en la guitarra de Chris Traynor.
El repertorio combinó con acierto temas recientes de su LP “I Beat Loneliness”, como “60 Ways To Forget”, “The Lank Of Milk And Honey” o la canción que da nombre al disco, con imprescindibles como “Identity”, “Machinehead”, “More Than Machines” (uno de los momentos álgidos de la velada) y la celebrada “Glycerine”, interpretada por Rossdale en solitario, acompañado únicamente por su guitarra, para deleite del público.
En definitiva, un concierto excelente que dejó el ambiente perfecto para la llegada de los demonios daneses.
VOLBEAT. La cabra vuelve a balar en Madrid.
Con puntualidad británica, los primeros acordes de “The Devil’s Bleeding Crown” y la caída del telón que ocultaba al grupo desataron el caos en un Vistalegre prácticamente lleno. Michael Poulsen dejó claro desde el primer instante que su inconfundible voz sigue intacta, bordando los agudos y exhibiendo esa teatralidad que lo caracteriza, especialmente en el intermedio de este clásico contemporáneo. Resulta asombroso pensar que en su primera visita a Madrid apenas reunieron a un centenar de personas, y ahora rozaban el sold out en uno de los principales recintos de la ciudad. La conexión con el público se intensificó tras el saludo inicial del vocalista y los primeros versos de la adorada “Lola Montez”, coreada por todos los presentes.
Con el respetable totalmente entregado, y no sin antes hacer su habitual guiño a Johnny Cash con “Ring Of Fire”, la banda lanzó otro clásico infalible, “Sad Man’s Tongue”, que sonó impecable. Confieso que esperaba con especial interés escuchar en directo los temas del flamante y muy recomendable “God Of Angels Trust”, y valió la pena evitar ver vídeos previos para disfrutar sin spoilers de momentos como la incendiaria “Demonic Depression”, que a mi juicio suena aún más poderosa en vivo gracias al intenso trabajo guitarrero de Poulsen y del recién incorporado Flemming C. Lund. No era fácil ocupar el puesto dejado por un maestro como Rob Caggiano, pero el danés ha cumplido con creces.
Tras la bella y melódica “Fallen”, dedicada como siempre al padre fallecido de Poulsen, el Metal volvió a imponerse con “Shotgun Blues”, uno de los dos cañonazos extraídos del notable “Servant Of The Mind” que se escucharon durante la velada, realzado por los riffs rugosos y la sólida pegada de Jon Larsen tras la batería.
Más tarde, Poulsen bromeó con el público sobre la longitud del título “In The Barn Of The Goat Giving Birth To Satan’s Spawn in a Dying World Of Doom”, un corte que, en clave de Dark Country y toneladas de distorsión, reafirmó la enorme calidad del material que la banda publicó el pasado junio. Jamás imaginé balar como una cabra en un concierto, pero nadie se atrevió a desaprovechar la oportunidad de hacerlo junto al cantante durante el interludio instrumental. A continuación, sonó otro acierto reciente del “G.O.A.T.”, el potente “By A Monster’s Hand”, coreado con entusiasmo como si de un clásico se tratase, pese a contar con apenas medio año de vida.
La insustituible “Heaven Nor Hell”, auténtica fiesta de Rock radiofónico, reforzó la conexión con una audiencia completamente entregada antes de que “The Devil Rages On” desplegara la densidad metálica característica de “Servant Of The Mind” y diera pie a un improvisado concurso de crowd surfing, cuyo ganador se llevó una camiseta del bajista Kaspar Larsen.
Antes de afrontar la recta final repleta de clásicos, el cuarteto apostó por “Die To Live”, uno de los cortes más bailables de su carrera y única referencia al “Rewind, Replay, Rebound”, y por la melódica “Time Will Heal” (tal vez el único momento algo frío dentro de un repertorio de altura), con la que cerraron el repaso a “God Of Angel’s Trust”.
Desde ahí, el grupo activó el piloto automático para encadenar una colección de himnos celebrados por un público de matrícula. “Black Rose” y su pegada rítmica dieron paso a mi adorada “Seal The Deal” (mi canción preferida de Volbeat), con su frenético Metal callejero y un intermedio tan épico como en la versión de estudio, coronado por un solo impecable de Flemming.
Otro imprescindible, la bellísima “For Evigt”, demostró una vez más que gracias a ella muchos sabemos decir, aunque sea, una frase en danés (creo que ningún asistente erró al corear su entrañable estribillo). Sin duda, uno de los grandes momentos de la noche.
El fin de fiesta lo marcó la celebérrima “Still Counting”, con su contagioso ritmo y giros hacia un Metal más acelerado que hizo bailar a todo el recinto, antes de que “A Warrior’s Call” y “Pool Of Booze, Booze, Booza” —dos de sus temas más crudos y sucios— pusieran el broche de oro a una velada que, aunque no superó los 90 minutos (comprensible motivo de descontento para algunos), dejó claro que Volbeat se consagró hace tiempo como una de las mejores noticias del Metal contemporáneo.
CONCLUSIÓN
Respaldados por unos teloneros de primer nivel, los daneses Volbeat estuvieron a la altura de las expectativas que sus directos vienen generando desde hace décadas, brillando tanto en la interpretación de sus clásicos como al demostrar que “God Of Angel’s Trust” es, sin duda, uno de los mejores álbumes de este 2025.

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