Tras una década gloriosa marcada por obras maestras como Iron Maiden, Killers, The Number of the Beast, Powerslave, Somewhere in Time y Seventh Son of a Seventh Son, Iron Maiden dio la bienvenida a los años 90 intentando redefinirse. El metal de tintes sinfónicos y enfoque conceptual de su última etapa había alcanzado su punto culminante, y la banda sintió la necesidad de volver a sus raíces: menos teclados, más crudeza y estructuras más directas.
Una
tumba abierta, un sepulturero con cara de loco y Eddie saliendo de su ataúd
como quien regresa del inframundo a reclamar lo que es suyo. La portada de “No
Prayer for the Dying” no deja indiferente: aunque no es la más celebrada del
catálogo de Iron Maiden, tiene una fuerza simbólica directa con ese momento de
transición en el que el grupo deseaba resucitar su faceta más salvaje.
El
cambio no fue solo musical: Adrian Smith, pieza esencial en el sonido del
grupo, decidió abandonar la formación, frustrado con la nueva dirección
artística y deseoso de centrarse en proyectos personales. Su lugar lo ocupó
Janick Gers, un guitarrista más visceral y menos pulido, pero con una entrega
apasionada. Ya se había hecho un nombre gracias a su trabajo con Ian Gillan y
Bruce Dickinson en Tattooed Millionaire.
Así
nació “No Prayer for the Dying”, un álbum polémico y divisivo que parece
debatirse entre la necesidad de cambio y el miedo a romper con el pasado. Su
producción más seca y su enfoque más directo generaron opiniones encontradas.
Es una obra desigual que sorprende por momentos y decepciona en otros. Aun así,
esta reseña nace como reivindicación de los diamantes ocultos que el disco
alberga, en un intento de la banda por reencontrarse con su versión más
clásica.
Cuesta
creer que un álbum tan criticado comience con un temazo como “Tailgunner”, que
desde el primer segundo impacta con un riff amenazante. Aunque su agresividad
esté contenida, transmite una energía tremenda, gracias a la interpretación
enérgica de Bruce Dickinson y un estribillo demoledoramente pegadizo.
La
letra, escrita por el propio Bruce, se centra en el sufrimiento de los
aviadores durante la Segunda Guerra Mundial, abordando dos tragedias provocadas
por los aliados: los bombardeos de Dresde (13–15 de febrero) y la bomba atómica
en Hiroshima y Nagasaki (6 de agosto). Con tono acusador, Bruce arremete contra
la deshumanización de la guerra y la arrogancia militar (“La previsión
meteorológica es buena para la guerra. ¿Cologne y Frankfurt? ¡Tomad un poco
más!”). También compara la tecnología actual con la crudeza del pasado (“No hay
ningún radar activado – solamente piel y huesos”). Un tail gunner era el
artillero trasero en un bombardero; uno de los más célebres fue Charlie Cooper,
apodado “Tail-End Charlie”, expresión que también se cita en la canción.
Difícil
ponerle peros a “Holy Smoke”, un tema afilado tanto en sonido como en mensaje.
Bruce se luce vocalmente y el grupo, sin complicaciones estructurales, entrega
una descarga de riffs contundentes y base rítmica implacable.
En
lo lírico, Dickinson carga contra los telepredicadores que lucran con la fe. En
algunos pasajes parece adoptar la voz de Jesucristo, denunciando la
manipulación de su mensaje (“Ellos borraron lo que dije como si nunca hubiese
hablado”) y ridiculizando a los falsos profetas (“Cree en mí, no les mandes
dinero. Morí en la cruz y eso no es gracioso” / “no son religiosos, pero
tampoco tontos”).
Mención
especial para el mordaz “Jimmy Reptile”, alusión a Jimmy Swaggart, famoso
predicador homofóbico envuelto en escándalos sexuales. Tras años de predicar
valores conservadores, fue sorprendido con prostitutas en un motel. Bruce lo
señala sin piedad. Swaggart, además, había atacado a Iron Maiden en su libro
Religious Rock 'N' Roll: A Wolf In Sheep's Clothing, cuyo diseño de portada
mostraba a Steve Harris. Este llevó el asunto a juicio y ganó. “Holy Smoke”,
pues, más que una canción, es un ajuste de cuentas con nombre propio.
“He
vivido en la basura, he vivido en el pecado. Pero pese a todo huelo más limpio
que tú con esa mierda en la que andas metido”.
Turno
ahora para la oscura “No Prayer for the Dying”, tema introspectivo que muestra
el lado más melancólico de Maiden. Su arranque lento da paso a un acelerón muy
bien conducido por Harris y McBrain, y que permite a Gers y Murray brillar con
un duelo de solos atractivo. El título hace referencia a la película de 1987
con Mickey Rourke, aunque la letra aborda el desencanto de un hombre creyente
ante la falta de respuestas divinas (“Dios dale respuesta a mi vida, Dios dale
respuesta a mis sueños, Dios dale respuesta a mis rezos, Dios dale respuesta a
mi existencia”).
“Public
Enema Number One” es uno de esos cortes que, sin deslumbrar, mantiene un buen
nivel. Su lírica, sin embargo, es notable: Bruce y Dave critican con dureza a
las élites políticas globales, que manipulan y abusan del pueblo (“enema” como
metáfora explícita). Aun con ideas algo dispersas, el mensaje es potente y
cargado de rabia, depositando en los jóvenes la esperanza de un futuro más
justo.
Cuesta
entender el desprecio generalizado hacia “Fates Warning”, una de las piezas más
infravaloradas del álbum. Su introducción melódica construye un ambiente
sombrío que pronto estalla en una sección más eléctrica y un estribillo coral
muy pegadizo. La canción reflexiona sobre la incertidumbre del destino humano,
centrando la atención en nuestra ignorancia frente a la muerte y el porvenir.
Con
una atmósfera densa y oscura, “The Assassin” ofrece una exploración psicológica
de un asesino a sueldo, al estilo de Killers. Aunque su estructura tiende a la
repetición, tiene momentos destacados, como ese punteo sincronizado de bajo y
guitarra, o el estribillo, que salva la canción.
“No
es el dinero que obtengo por ello, sino la emoción de la cacería. Y vengo
detrás de ti. Observo cada uno de tus movimientos, estudio las cosas que haces
y la secuencia de tus rutas. Observo tu manera de caminar, escucho tus llamadas
telefónicas y quiero entender la forma en que razonas”.
“Run
Silent Run Deep” es otra joya escondida. De aires melódicos y galopantes, evoca
los mejores años de Maiden gracias al bajo de Harris y la poderosa voz de
Dickinson. Basada en la película homónima de 1958 (protagonizada por Clark
Gable y Burt Lancaster), a su vez inspirada en la novela de Edward Playa, la
letra describe la guerra submarina en el Pacífico durante la Segunda Guerra
Mundial. El dramatismo de la escena final, con el submarino condenado (“Rumbo a
Davy Jones”), transmite una tensión casi cinematográfica.
Más
cercano al hard rock de AC/DC, “Hooks in You” es el tema más descaradamente
comercial del álbum. Sin embargo, funciona gracias a un estribillo pegajoso y
un riff central muy contagioso. Fue compuesto por Adrian Smith antes de
abandonar el grupo, siendo su única contribución en este LP. La letra, escrita
junto a Bruce, trata con humor una relación amorosa desigual y tiene un aire de
continuidad con “Charlotte the Harlot” y “22 Acacia Avenue”. Según Dickinson,
el estribillo (“Garfios en ti, garfios en mí, garfios en el techo”) se inspira
en una visita a una casa donde encontró a tres jóvenes practicando
sadomasoquismo… colgados de ganchos en el techo.
Una
de las canciones más polémicas de la banda, “Bring Your Daughter... to the
Slaughter”, se convirtió —curiosamente— en su único número 1 en las listas
británicas. Originalmente compuesta por Bruce para la banda sonora de Pesadilla
en Elm Street 5, fue regrabada junto a Iron Maiden. De sonido más macarra y
teatral, Bruce explota su vena más histriónica para dar vida a un ser depravado
que acosa a una joven.
“Es
mejor que sepas que soy el elegido
así
que desencadena tu puerta trasera e invítame a entrar”.
La
obra se despide con “Mother Russia”, una epopeya de tintes épicos que destaca
por su atmósfera solemne y su melodía de inspiración oriental. Harris,
aparentemente influido por Asturias de Isaac Albéniz, construye un tema que
suena a homenaje y crítica a la vez. La letra habla de la historia de Rusia y
del colapso del comunismo soviético. Dickinson brilla al micrófono, mientras
Gers y Murray se lucen en un duelo final memorable.
“Madre
Rusia, bailan los zares,
sostén
tu cabeza, estate orgullosa de lo que eres.
Ahora
ha llegado la libertad al final.
Cambia
la historia y tu pasado”.
CONCLUSIÓN
Aunque
suele ser menospreciado incluso por la propia banda —que rara vez incluye sus
canciones en directo últimamente—, “No Prayer for the Dying” no es un desastre
ni mucho menos un trabajo indigno. Tras una serie de discos impecables, este
álbum marca un punto de inflexión. Contiene errores evidentes, sí, y refleja
cierto estancamiento creativo, pero también representa una transición hacia un
sonido más directo y acorde con su época.
Si
bien su sucesor, “Fear of the Dark”, terminaría consolidando esa evolución,
este álbum demuestra que aún quedaba mucho por decir por parte de una banda
inmortal.
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