El 23 de diciembre del año 2018 quedará en el recuerdo
de muchos de nosotros como el día en que el mismísimo Rosendo Mercado, uno de
los mayores representantes del Rock español ponía el broche de oro a una
carrera impresionante mediante un show histórico en el WiZink Center madrileño
que congregó a miles de aficionados que deseaban dar las gracias en persona a
un hombre de la calle que se despedía hasta siempre (o eso parece) de su fiel
hinchada.
El caso es que casi un año después de ese evento ha
visto la luz “Mi Tiempo Señorías…”, la grabación oficial en diferentes soportes
audiovisuales de dicho concierto a modo de cierre definitivo de una carrera
redonda.
El concierto arranca directo de la mano de “Aguanta El
Tipo”, primer zarpazo de la noche, que, tras un tímido pero caluroso saludo a
la ciudad que le vio nacer, empata con otro cañonazo del de Carabanchel como
“Por Meter Entre Mis Cosas La Nariz” de aquel lejano “A Las Lombrices”. Luego
vendrán otras piezas extraídas de su catálogo más contemporáneo como “Cada Día”
(impresionante ejecución), “Soy”, la sanguinaria “Muela La Muela” (con un
efusivo “¡estamos con vosotros compañeros!”), “Amaina Tempestad” (grande Rafa
en los coros), “Cúrame de Espantos” o dos himnos más recientes como “Masculino
Singular” y “Vergüenza Torera” que el bueno de Rosen remata con una clara
alusión a la clase política (“Mienten, los chorizos mienten”).
Pero como buen concierto
de despedida, son también muchos los clásicos que sonaron aquella noche,
destacando sobre el resto “El Ganador” (una de mis favoritas de siempre), el
guiño a Antonio Flores con “No Dudaría”, “Mala Vida” (Rosendo es el Rory
Gallagher español), “Loco Por Incordiar”, una gigantesca versión de “El Tren”
(Madrid entera sucumbió ante este clásico que Roseno grabó junto a Leño hace ya
un par de décadas), la siempre incendiaria “Navegando” o la santísima trinidad
que conforman “Flojos de Pantalón”, “Agradecido” y “Maneras de Vivir”, las
cuales suenan especialmente enormes. Finalmente, el último tema de la noche no
es otro que un clásico de Leño como “¡Qué Desilusión!” que pone la guinda al
pastel entre vítores y señales de respeto al que para mí es el más grande de
nuestro Rock, aunque él siempre haya querido evitar cualquier tipo de
homenaje.
A Rosendo solo le puedo estar agradecido. Feliz vida
maestro.
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