En 1992, Iron Maiden lanzaba “Fear of the Dark”, su noveno álbum de estudio, en un contexto adverso para el heavy metal clásico. El grunge arrasaba con todo, desmantelando la estética del virtuosismo y la épica. Mientras tanto, la veterana banda británica, con una década dorada a sus espaldas, navegaba por aguas agitadas: No Prayer For The Dying ya había comenzado a evidenciar cierta falta de frescura, Bruce Dickinson mostraba un creciente desapego creativo y sus roces con Steve Harris se hacían cada vez más notorios. En ese clima incierto se gestó un disco que, a diferencia de sus antecesores, muestra una intención (moderada) de adaptarse a los tiempos sin llegar a lo rupturista.
Oscuro,
introspectivo y por momentos melancólico, el álbum también deja entrever una
pérdida de cohesión, una cierta dispersión de ideas que lo hace irregular. Aun
así, “Fear of the Dark”, con su icónica portada digna de una película de
terror, se sostiene por momentos brillantes y, por supuesto, por su tema
homónimo, convertido en uno de los himnos definitivos de la agrupación.
No será el
mejor trabajo de Iron Maiden, pero está lejos de ser uno menor: es un retrato
honesto de una banda entre sombras, resistiendo en plena transformación musical
y cultural.
La aventura
comienza con “Be Quick Or Be Dead”, una de las aperturas más agresivas de toda
la discografía de Maiden. Tres minutos y 23 segundos bastan para dejar al
oyente boquiabierto con una propuesta directa y vertiginosa, donde Dickinson se
desata y escupe las líneas con furia, empezando por ese grito que congela la
sangre. La banda suena rabiosa, como queriendo recordarle al mundo que aún
podía patear traseros, aunque no todos —seguidores y críticos— lo creyeran. No
sorprende que esta fuera la elegida para abrir la gira promocional del álbum.
Como en “Holy
Smoke”, Maiden arremete otra vez contra los telepredicadores y su avaricia, así
como contra la corrupción política, especialmente la de ciertos sectores
demócratas. La letra lanza una advertencia, un ruego a la humanidad para que
piense con claridad en un mundo plagado de “hombres de uniforme”, o terminará
mal. Curiosamente, el título se inspira en una cita bíblica (“Te encarezco
delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los rápidos y a los
muertos en su manifestación y en su reino.”), aunque el contenido lírico no
guarde una relación directa con ella.
“Cubierto
en pecado y empapado con culpa
Generando
dinero del fango y la mugre
Paseando
tu barriga en torres de marfil
Invirtiendo
nuestras vidas
en tus
planes y tus poderes”
Desde mi
adolescencia he sentido un cariño especial por “From Here To Eternity”, sin
poder explicarlo del todo, pero es una de las canciones que más he escuchado
del grupo a lo largo de los años. Este sencillo, de estructura sencilla, ofrece
versos cargados de energía que se tornan festivos en un estribillo coral con
gran empuje.
Con su
letra picante y repleta de metáforas sexuales, Maiden revive a la mítica
Charlotte “The Harlot” (protagonista de temas como el homónimo y 22 Acacia
Avenue) para narrar sus encuentros con un motorista. Al final, Bruce exclama:
“¡Toma la M11, súbete a la moto!” (la M11 es la autopista que conecta el norte
y este de Londres con la encantadora Cambridge), un guiño cuya lógica aún me
resulta esquiva.
“Pero como
todos los sueños, este llegará a su fin.
Ellos se
tumbaron en una curva del demonio
La Bestia
y Charlotte se unieron
Ellos
seguirían el mismo camino…
de aquí a
la eternidad”
Con “Afraid
to Shoot Strangers” entramos en uno de los más grandes manifiestos antibélicos
del heavy metal. Se trata de una pieza de enorme valor melódico y narrativo,
cuya tensión crece hasta estallar en una segunda mitad acelerada y cargada de
dramatismo. Una vez más, Bruce brilla con una interpretación intensa,
encarnando a un soldado obligado a empuñar un arma que no quiere disparar.
Hasta
entonces, Maiden había abordado múltiples conflictos bélicos, pero nunca habían
retratado con tanta crudeza el terror psicológico del soldado común. Steve
Harris lo consigue aquí con maestría poética: el protagonista, enviado por el
gobierno a una guerra crucial, expresa su miedo a disparar contra desconocidos,
tratando de prepararse para el horror que le espera. Incluso se pregunta si, al
matar, no se convierte en cómplice de un crimen orquestado por su propio país.
“Cuando
nos damos cuenta
De lo que
estamos haciendo
¿Somos
colegas del crimen?”
“Fear Is
The Key” tiene la mala suerte de venir después de tres piezas imponentes. Su
tono más lento y con algunos toques progresivos la deja algo desubicada, aunque
su letra resulta muy acertada: habla del miedo como una fuerza condicionante en
un contexto de paranoia social. Durante la grabación, la banda recibió la
noticia del fallecimiento de Freddie Mercury, víctima del SIDA, enfermedad
ignorada durante años hasta que figuras de alto perfil comenzaron a morir. La
canción alude, de forma indirecta, al giro de mentalidad en las sociedades
desarrolladas, que pasaron de la liberación sexual de los 60 y 70 al temor al
contagio.
“Los niños
han perdido su libertad
y a nadie
le importa
hasta que
alguien famoso muere…”
La
introspección se acentúa en “Childhood’s End”, una pieza más sólida que la
anterior aunque lejos de ser sobresaliente. Dickinson canta con solemnidad una
letra que denuncia a los líderes capaces de dejar morir a su pueblo y robarle
la infancia a los niños. Con imágenes potentes y una lírica sencilla pero
efectiva, la banda nos evoca un desfile mental de guerras, hambrunas y
tragedias.
“Inanición
y hambruna
El
sufrimiento y el dolor
Las
agonías de una guerra extrema
¿Cuándo
volverá la normalidad otra vez?”
“Wasting
Love” es un punto de inflexión: la primera y única balada de Maiden que, aunque
generó controversia en su momento, se ha ganado con los años un lugar respetado
en su catálogo. Con una base de guitarras arpegiadas y una interpretación
soberbia de Bruce Dickinson, esta power ballad evita los clichés románticos y
se centra en relaciones marcadas por el sexo sin afecto.
“Consume
tus días llenos de vacío
Consume
tus años de soledad
Amor
perdido, en una desesperada caricia.
Solamente
Sombras andantes de noche”
“The
Fugitive” no termina de convencer musicalmente: es correcta, pero no destaca.
Su letra, sin embargo, merece una mención aparte. Al igual que en “The Prisoner”,
Steve Harris se inspiró en una serie británica, esta vez El Fugitivo, que luego
tendría una adaptación cinematográfica con Harrison Ford y Tommy Lee Jones. La
historia del Dr. Kimble, acusado injustamente y en busca del verdadero
culpable, sirve de base para una letra que explora los sentimientos de
redención y miedo de un hombre en fuga.
Con un
tono más lúdico, “Chains Of Misery” aporta algo de frescura, aunque no destaque
especialmente. Su estribillo y la melodía principal logran sostenerla tras un
par de escuchas. Dickinson la dedicó al “pequeño diablo” que todos llevamos
dentro y que nos empuja a hacer cosas moralmente cuestionables, muchas veces
por falta de alternativas.
“Él te
miente y no te dejará vivir
Él tiene
tus cadenas de miseria
Él no se
calmará hasta que se vuelva de importancia para ti
Él sujeta
tus cadenas de miseria”
Quizás la
canción más floja del disco sea “The Apparition”. Suena a relleno y rompe con
el flujo del álbum. Las melodías carecen de fuerza y dinamismo. A nivel lírico,
Harris al menos sorprende con una perspectiva optimista, en la que un espíritu
aconseja al oyente sobre cómo vivir mejor, buscando plenitud y alejándose de
malas influencias.
“Vive tu
vida con pasión
Cada cosa
que hagas, hazla bien
Solo
obtienes de la vida lo que das
… Bueno,
eso dicen”
Por
suerte, “Judas Be My Guide” levanta el ánimo con una breve pero intensa ráfaga
de energía. Parece salida de una etapa más inspirada del grupo, con melodía
clara, estribillo potente y un solo glorioso. Dickinson y Murray nos advierten
sobre la decadencia del mundo moderno bajo la figura simbólica de
"Judas", quien representa el caos al que muchos se aferran como guía.
“Nada es
sagrado
Ni ayer ni
hoy
Todo el
mundo está perdido…
…¿Esto es
todo?
¿Eso es
todo ahora?”
“Weekend
Warrior” parte de una buena intención, pero se queda a medio camino. La melodía
es pegadiza pero la desconexión entre el tono casi festivo y la letra crítica
—que arremete contra los hooligans— le resta impacto. Harris, futbolero
declarado, denuncia con claridad las conductas violentas en las gradas, pero la
música no termina de estar a la altura del mensaje.
“Algunas
de las cosas que has hecho te dan vergüenza
Después de
todo es sólo un juego…¿no es así?
Y después
de todo, cuando la adrenalina se va
¿Qué es lo
que harás el lunes?”
Y llegamos
al final con “Fear Of The Dark”, una catedral gótica en forma de canción. Uno
de los himnos más perfectos del heavy metal. Equilibrada, poderosa, dramática y
melódica, con una letra cargada de imágenes inquietantes. La nictofobia del
protagonista —ese pánico irracional a la oscuridad— está tan bien narrada que
cada verso parece una escena de película. El riff inicial, la subida de
tensión, el clímax eléctrico y ese solo glorioso a cuatro manos la convierten
en una experiencia mística, sobre todo en directo.
“Soy un
hombre que camina solo
Y cuando
camino por un sendero oscuro
En la
noche o vago por el parque,
Cuando la
luz empieza a cambiar
A veces me
siento un poco extraño
Un poco
inquieto cuando está oscuro”
CONCLUSIÓN
“Fear of
the Dark” no es una obra maestra, pero sí un álbum clave en la historia de Iron
Maiden. Su impacto popular es incuestionable gracias a su tema principal y
otros momentos destacados. Aunque la irregularidad se hace evidente, contiene
chispazos de inspiración, atrevimiento y emotividad que lo elevan por encima de
lo puramente funcional.
Es el
cierre de una etapa, la última entrega de la primera era de Bruce Dickinson. A
pesar de sus tropiezos, el álbum conserva el cariño de los fans por lo que
representa: una banda legendaria que, incluso en la oscuridad, sigue buscando
su camino sin renegar de su esencia.
Hay días
en que me parece superior a “No Prayer For The Dying” y a varias de las obras
posteriores a la vuelta de Bruce. Otros días, lo siento algo más flojo. Por
eso, mi valoración no puede superar un 7,5 o 8.
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