En 1970, mientras Led Zeppelin ya dominaba los escenarios y el heavy blues británico y se preparaba para conquistar también el mercado internacional, así como definía la estética del nuevo Hard Rock, en Estados Unidos surgía un grupo que parecía decidido a llevar esa energía salvaje un paso más allá: Cactus. Conformado por el legendario batería Carmine Appice, el bajista Tim Boger (ambos exmiembros de Vanilla Fudge), el guitarrista Jim McCarty (ex Detroit Wheels) y el explosivo cantante Rusty Day (ex The Amboy Dukes), la banda irrumpió como una fuerza bruta y marcada por un estilo sucio, directo y cargado de un sólido Groove. Su debut homónimo, aunque tal vez el paso del tiempo lo haya condenado a estar en un plano más secundario dentro de la historia del Rock, merece ser escuchado por su potencia y su fusión tan lograda de Blues, Hard Rock y Psicodelia.
Nuestro
viaje se inicia a lo grande la mano de una versión acelerada y cruda del
clásico “Parchman Farm” de Mose Allison. Probablemente estemos ante el número
más famoso de todo el LP, así como uno de los más salvajes de toda su
trayectoria. Tras la irrupción del riff inicial de McCarty y la atronadora
batería de Appice, Rusty Day escupe fuego por la garganta en todo momento. Un
corte que encapsula perfectamente el espíritu de este grupo.
Influido
por las mejores baladas de los Rolling Stones (juzguen ustedes mismos), “My
Lady from South of Detroit” baja notablemente las revoluciones para someternos
a los encantos de Rusty y su voz más desgarrada. Los adornos que MCarty va
introduciendo tras la guitarra merecen todos los honores. El estribillo es de
mis preferidos del disco.
En tercer
lugar encontramos otra versión. En este caso se trata del “Bro. Bill” de Sleepy
John Estes, que la banda transforma del Folk-Blues original a un amenazante
Rock duro que empasta a la perfección con la voz más chulesca de Rusty.
“You Can’t
Judge a Book by the Cover”, original Bo Diddley, es otro ejemplo de cómo Cactus
entendía el Blues y el hecho de regrabar viejos clásicos: no como un homenaje
respetuoso, sino como un punto de partida para destruir y reconstruir a base de
riffs. Seis minutos demenciales que, si no lo habían hecho ya, te harán
preguntarte por qué el nombre de Rusty Day nunca figura en los listados de
grandes vocalistas del Rock. Su habilidad para desgañitarse tras el micrófono
alterando sus registros rozan lo sobrenatural en algunos instantes.
La segunda mitad del LP se inicia a lo grande gracias a “Let Me Swim”, un tema tan duro que más que de Hard-Rock parece de Proto-Metal, especialmente si atendemos a ese riff tan sucio y que fácilmente podía haber sido firmado por los Deep Purple. Aquí debo resaltar las aportaciones de Bogert y Appice tras la sección rítmica del grupo, aportando una base sólida sobre la que McCarty se puede permitir firmar riffs y solos inspiradísimos.
La faceta
más psicodélica de la banda emerge en “No Need To Worry”, una pieza de más de
seis minutos de extensión que te engancha desde su inicio lento y propio de una
jam. Con el paso de los minutos el Blues va dando paso a un Hard-Rock más
distorsionado gracias a un in crescendo propio de una banda de este
calibre.
Es de
agradecer que la banda permitiera a McCarty lucirse en un tema de Rock clásico.
Y es que “Oleo” nos regala un despliegue salvaje de virtuosismo guitarrístico
donde hay momentos de boogie, psicodelia y Hard-Rock. Tal vez no sea tan
memorable como otros cortes del tema, pero nos da un respiro entre tanto tema
intenso.
Todo llega
a su fin de la mejor manera posible gracias a “Feel So Good”, una jam que
vuelve a superar los seis minutos de extensión donde cada miembro deja fluir su
creatividad para, de esta forma, regalar al oyente un Blues-Rock ácido y
groovy. Palabras mayores para el trabajo de Carmine Appice tras la batería,
quien tomará el control del tema con sus fills y sus constantes cambios
de tiempo, por no hablar del glorioso solo que se marca a mitad de canción.
CONCLUSIÓN
El
homónimo debut de Cactus no es un disco sofisticado, ni lo pretende. En un momento
de transición para el Rock, bandas como esta apostaron por defender que la
música podía endurecerse aún más hasta terrenos aún desconocidos. La fuerza de
este disco radica, precisamente, en esa falta de pulimiento, en el frenetismo
más absoluto y sincero que una banda americana había mostrado hasta aquel
momento.
Para
algunos esta fue una respuesta yanqui al heavy blues británico de Led Zeppelin
o Cream, pero en realidad es algo más primitivo y salvaje: una banda de músicos
excepcionales que prefirieron la electricidad del momento antes que la
perfección del estudio.
Ojalá este
escrito sirva para acercar a algún lector al breve pero muy recomendado legado
de Cactus.
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