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Black Sabbath - Cross Purposes (1994)

Calificación:****(7,5)

El año 1992 fue de lo más curioso para Black Sabbath. Y es que, tras editar un discazo como “Dehumanizer” que suponía el regreso de icónico Ronnie James Dio y de Vinny Appice al grupo, las tensiones del primero con Geezer Butler y Tony Iommi provocaron que a finales de dicho año esta reunión tocara a su fin. Ya fuera por el histórico desplante de Dio al negarse a ser telonero de Ozzy Osbourne en su supuesta gira de despedida (recordemos que Rob Halford ejerció durante un par de noches como cantante de Black Sabbath ante la negativa de Ronnie a cantar) o por las diferencias a nivel compositivo entre este y Iommi, todo terminó saldándose con la salida del cantante y de Appice.

En medio de tanto caos e incertidumbre, y tras un fallido intento de reunir a la formación clásica de Sabbath, Iommi descuelga el teléfono y convence a Tony Martin para volver a convertirse en el cantante de Black Sabbath. Recordemos que el grupo había editado tres álbumes de alto nivel junto al escocés (“The Eternal Idol”, “Headless Cross” y “Tyr”) y había logrado una enorme acogida a lo largo del globo terráqueo con una serie de gira en las que el nivel de la puesta en escena por parte del cuarteto se había incrementado notablemente (así lo atestiguan los bootlegs de la época). Así pues, con Martin de nuevo en las filas del grupo y con Bobby Rondinelli (ex Rainbow) como nuevo batería, la banda marchó hasta Gales para dar forma a lo que sería el decimoséptimo LP del grupo, que terminaría viendo la luz bajo el título de “Cross Purposes”.

Antes de entrar en materia puramente musical, me gustaría detenerme a alabar la bellísima portada del disco, que protagoniza un ángel femenino con las alas incendiadas y que, como muchos reseñistas señalan en sus escritos, recuerda a otras portadas de la época como la del single de “Send Me An Angel” de los Scorpions.

Siempre defenderé que, de haber sido grabada en tiempos de Ozzy Osbourne o Ronnie James Dio, seguramente hablaríamos de “I Witness” como uno de los grandes temas de Black Sabbath. Y es que es difícil encontrar algún tipo de pega a una canción que contiene algunos de los mejores riffs y solos de Tony Iommi (¡ya es un decir!), una interpretación de mil quilates del amigo Martin (adoro ese paso de tonos más graves en los versos a sus agudos más desgarradores en secciones posteriores) y ese puente in crescendo que acaba derivando en un simple, pero poderosísimo, estribillo. A destacar aquí también el “bautismo de fuego” de Rondinelli como batería, demostrando que merecía suceder en el puesto a Cozy Powell a través de una poderosísima interpretación. Sencillamente espectacular esta apertura.

El bueno de Geoff Nicholls, un nombre muy infravalorado en la historia de Sabbath, nos introduce en “Cross Of Thorns”, a través de unos teclados siniestros que preparan el cuerpo para una pista de máxima calidad. En un primer momento, las guitarras acústicas y la dulce interpretación de Martin nos mecen antes de crecer, poco después, en una pista potente y melódica que enamora más y más en cada nueva escucha (¡escuchen cómo golpea tus tripas Geezer con el bajo!) y que es rematada por un solemne estribillo. Y justo cuando pensabas que la canción no podía ofrecerte nada más, el señor Iommi empuña su Gibson y firma un solo sobresaliente a la altura del enorme, y difícilmente igualable, legado que nos ha regalado a lo largo de las décadas.

“Cross Purposes” pasa por ser el disco más incisivo de esta etapa de Sabbath junto a Tony Martin, algo que “Psychophobia” parece confirmar desde ese malintencionado riff inicial de talante hipnótico que taladra nuestra mente sin piedad y que solamente nos deja respirar en el más colorido puente-estribillo. Adoro la su segunda mitad del corte (minuto 1:30 aprox.), cuando Iommi firma un riff más veloz para cambiar el devenir de la pista. Solamente necesita tres minutos para deslumbrar a cualquiera (¡y sin solo de guitarra!).

Desde esa tenebrosa línea de bajo inicial que firma Butler, creo que “Virtual Death” se confirma como la canción que más alegrará a los amantes de los años de Ozzy Osbourne en el grupo. Estamos ante una pista de Doom pesado y opresivo con tintes diabólicos que asciende ligeramente en intensidad con el paso de los segundos, tornándose como una pista más bien monótona y cruda. A destacar aquí el empleo de voces dobladas por parte de Martin, lo cual le da un plus de maldad a la pieza.

Rompiendo con la lentitud previa, “Immaculate Deception” nos lleva en volandas hasta la mitad del álbum con una pista de riffs corpulentos y un tono más luminoso sobre el que Tony Martin firma una interpretación vibrante (una vez más juega con sus registros sin despeinarse) que, a mi modo de ver, eleva al máximo exponente de calidad en ese estribillo tan curioso en el que la velocidad asciende considerablemente gracias al doble pedal de Rondinelli. Casi al final de la canción Tony Iommi activa el “modo dios” y, sobre un ritmo espídico, se abalanza sobre nosotros con un magistral solo de guitarra en el que opta por meter la quinta marcha sobre su mástil. Genialidad absoluta que no faltó en posteriores giras.

Tras tanta adrenalina, “Dying For Love” se presenta como la balada del disco, con una interpretación de Martin de obligada escucha, ya que canta con una categoría tremenda que, a mi modo de ver, poco tiene que envidiar a los tiempos de Dio (y mira que para mí Ronnie es insuperable). Los pasajes que Iommi va facturando tras su guitarra tampoco se quedan atrás, apostando por unas líneas melódicas más limpias y un notable solo posterior. No es la mejor balada de la historia, pero contiene los elementos necesarios para ser disfrutada cada vez que volvemos a escuchar este LP.

Tal vez la pista más insípida del LP sea “Back To Eden”, donde el estribillo (enorme Martin aquí) y el punteo de Iommi parecen lo más salvable dentro de una propuesta vitalista pero algo fría que no termina de arrancar del todo. No es ni mucho menos mala, pero queda algo eclipsada entre tantas propuestas excelentes.

No sé si es la mejor canción del LP (para gustos los colores), pero le tengo un cariño muy especial a “The Hand that Rocks the Cradle”, una de las primeras canciones que escuché de la era Martin. No puedo resistirme a esa inolvidable transición de unos versos dulces y baladísticos a un encabronadísimo riff por parte de Iommi que nos parte en dos y que nos devuelve a los Sabbath más salvajes. A partir de ahí, Tony Martin toma las riendas de la canción, firmando unos versos y estribillos llenos de rebeldía que borda en el apartado vocal. El solo con wah wah y un amplio despliegue pentatónico tampoco se queda atrás, evocando a los tiempos de “Heaven And Hell” o “Mob Rules”. Tomen asiento y disfruten, señorías.

“Cardinal Sin” nos devuelve a los tiempos del “Eternal Idol”, con unos teclados más arábigos y góticos que, acompañados de unos riffs pesadísimos y un omnipresente bajo, crean la base perfecta para que Mr. Martin se mueva a placer. Superado el segundo minuto, Tony Iommi vuelve a cambiar el devenir de la pista con otro riff lleno de clase que eleva la intensidad notablemente.

El broche de oro lo pone “Evil Eye”, un tema de Heavy Metal de la vieja escuela que avanza sin piedad gracias a un martilleante y grueso riff por parte de Iommi, así como de una sólida línea de bajo de Geezer. Tony Martin juega con sus registros, ascendiendo y descendido el tono a placer, como si fuera algo sencillo. Cuenta la leyenda que el mismísimo Eddie Van Halen participó en la composición del tema y que llegó a grabar un solo, pero que por cuestiones discográficas nunca pudo ser incluido (hubiera sido algo asombroso poder escuchar a Iommi y a Van Halen midiéndose en un duelo de solos). Un final a la altura de lo escuchado.

CONCLUSIÓN

Sin ser una redonda, “Cross Purposes” es una obra notable en la que predominan las grandes composiciones y en las que podemos disfrutar de la faceta más metálica y Heavy de esta etapa tan maltratada de Black Sabbath. Tal vez “Headless Cross” con su encanto gótico sea la obra por excelencia de Tony Martin junto a los de Birmingham, pero no creo que el disco aquí reseñado tenga mucho que envidiarle.

¡Honor para Martin y, por supuesto, para Black Sabbath!

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