Sí, aquí vuelvo con más discos de Rosendo. Me resulta justo y necesario detenerme a analizar algunos álbumes de su discografía para, de algún modo, tratar de acercar al maestro de Carabanchel a más gente. Y no, hoy no voy a traeros uno de sus obras imprescindibles, aunque sí podamos hallar algún que otro clásico en su listado de canciones.
En esta ocasión me detengo en su obra “A las Lombrices”, un
trabajo que podemos ubicar temporalmente en una época en la que nuestro
protagonista, aunque ya había facturado dos trabajos de altísimo nivel como
“Loco Por Incordiar” (imprescindible) y “Fuera de Lugar” (igual de interesante
que el anterior), no terminaba de despegar en lo que a popularidad en nuestro
país se refiere. Este trabajo, lamentablemente, tampoco fue un éxito comercial
(¿para qué negarlo), aunque nos va a ofrecer grandes momentos de Rock. También
encontraremos otro par de piezas que, si bien tampoco me atrevería a calificar
de prescindibles, no pasarían a la historia del madrileño.
La obra arranca bien con ese “¿Qué Me Das?” tan “rosendero”
tanto en lo instrumental como en el plano lírico (“¿Dónde está tu don de
gentes, tu fama de manejar?, ahora que no estás enfrente… ¿Qué me das?” ).
Medio tiempo atractivo y sobradamente convincente. Continuamos con “A Las
Lombrices”, un tema algo más rápido y breve, con ciertos toques oscuros y con
otra letra, a mi modo de ver, de gran factura.
“Una aventura sin llegar
a las lombrices.
Bastantes horas de pasarlo mal.
una ruptura
que no va donde tú dices,
una malformación,
una equivocación,
y no tuve la culpa yo.”
“En agua caliente” es más movida y nos muestra la faceta más
crítica del músico, mientras se adorna con una buena estructura guitarrera
bailable. No obstante, extraño unas baterías algo más contundentes, algo que
tal vez se deba a la intención de Rosendo de acercar su sonido un poco más a los
cánones de la tan famosa “Movida Madrileña”.
“Se le permite opinar,
se le censura el mensaje,
se le puede consolar
no se le cobra peaje
y si consigue llegar
y aparenta ser valiente…
se le supone feliz
y se le altera el proceso,
se le dice siempre sí,
se le mantiene en los huesos;
y si consiente mentir
de manera convincente…
se lava en agua caliente,
no se le deja secar
y se le vende al cliente
por un precio singular.”
Era de esperar, dado el gusto de Rosendo por la
experimentación instrumental, que en este álbum nos encontráramos un tema como
“Calidez (Bailable Instrumental)”. La canción suena bella, como un hilo musical
relajado y atmosférico que contrasta con la propuesta más frenética de “El Asa
Del Cubo”, pieza que, sin grandes puntos a reseñar, exceptuando el magistral
solo, mantiene viva la esencia de este mito de nuestro Rock.
Más de uno revisó la portada para saber si el trabajo era
realmente de Rosendo cuando escucharon la ochentera introducción y parte
principal de “De Nada Más” (parece de los Europe). Tema ochentero,
instrumentalmente algo chocante, pero de mucho nivel lírico.
“De muchos sueños,
de mi manutención,
noches de alcohol,
De estar fingiendo,
de ser quien vive,
seguir tragando
o salir corriendo.
¡Eh, tú!,
soy el dueño de nada más”
El mejor, y más trascendente, tema de esta obra llega a
continuación. Desde la primera escucha sentí una atracción muy fuerte por la
guitarra sólida de “Por meter entre mis cosas la nariz”, por su letra y por
unos agudos remarcables en su impecable estribillo (“¡no me conoces!”). Pronto
se convertiría en una de las piezas que más sonarían en vivo a lo largo de las
décadas, adquiriendo la condición de “clásico” que merece. Solo por esta
canción ya queda más que justificada la escucha y reseña de esta obra.
“Estás aquí, no me vas a entretener
encontré mi medio de locomoción;
tanta la cerveza que bebí
que perdí todo el respeto a la lección.
Oigo ladrar, mas no pases por aquí,
frenaré con cuatro acordes la agresión,
otra vez cenaremos R&R
pero no maldeciré mi decisión”
La recta final del disco está conformada por dos canciones
del catálogo bailable y alegre del de Carabanchel (“El Último Golpe” y “Desde
La Barrera”) que dejan un gran sabor de boca en el oyente y un cierre algo más
lento titulado “Sala de Espera” que destacaría especialmente por su letra algo
pesimista.
“Calma que oculta la ansiedad,
la soledad,
clavando su silencio mortal
bajo la piel
Sala de espera,
fase primera de la recta final,
carne de fiera con la fecha de su caducidad.”
CONCLUSIÓN
Como fan de Rosendo me voy a permitir opinar que “A Las
Lombrices” no alcanzó el nivel de grandeza sonora de “Loco Por Incordiar” o
“Jugar Al Gua”, dando la sensación por momentos de que a algunas canciones les
falta algo de dinamismo o distorsión.
Dicho esto, matizo que a mí no me desagradan en absoluto los teclados en
las composiciones que el artista se marcaba en esta etapa, pero puedo entender
que a muchos les desilusionen. No obstante, invito sobradamente a todos los
seguidores del Rock español a darle una oportunidad. El maestro pronto volvería
a dar grandes álbumes. Todo era cuestión de tiempo.
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