¿Todavía queda gente capaz de afirmar que el Rock y el Metal han muerto?
Después de escuchar el ya inolvidable debut de TALLAH
creo que no cabe la menor duda de que queda género para rato. Y es que el grupo
formado por Max Portnoy, hijo del mismísimo Mike Portnoy de Dream Theater (de
tal palo tal astilla como veréis), el peculiar Justin Bonitz a la voz, así como
la fenomenal base de guitarra y bajo que conforman Derrick Schneider y Andrew
Cooper (guitarra y bajo respectivamente) es un auténtico soplo de aire fresco
para nuestro querido género. Y es que su estilo sonoro podría definirlo como Nu-Core
ya que mezcla elementos del Nu con los de Metalcore, resucitando los sonidos
noventeros con una producción escandalosamente buena.
“Matriphagy”, que traduciríamos como matrifagia (acción
por la cual una madre es devorada por sus hijos) es el título de este primer, y
suculento, LP que siento que va a servir a estos muchachos para crecer en
cuanto a popularidad y audiencia.
Tras la mística introducción “[redacted]” que es un
más que aceptable preámbulo, las hostilidades de verdad comienzan con los
baquetazos de Portnoy junior que dan la bienvenida “No One Should Read Is” y su
propuesta de Nu con numerosos matices de Hardcore. Bonitz, desconocido para la
mayoría, se presenta en sociedad jugando con agudos e hirientes gritos que,
personalmente, me encantan. La guitarra y el bajo van ganando presencia con el
paso de los segundos, llegando a derivar en alguna ocasión en pequeños
“breakdowns”. Prometedora banda, ¿no? Pues si todavía te queda alguna duda al
respecto, espera a escuchar “Kungan” y su despliegue de guturales con grandes
dosis de instrumentales corrosivos y con especial fuerza en la batería (¡qué
bueno es Max!). Aquí entran más en juego los efectos de DJ propios del Nu.
La cosa no para de mejorar, o al menos mantener el nivel, con “Overconfidence” y su sólida combinación de riffs muteados y un omnipresente bajo que cabalgan tras una pieza de batería de locos. Una vez más resulta necesario destacar lo que Bonitz vuelve a hacer con el micrófono, desgañitándose al mismo tiempo que parece dramatizar durante otras líneas vocales. Simplemente espectacular lo que el grupo ha mostrado hasta este momento de la escucha.
Si no recuerdo mal, “Placenta” fue la primera canción
que llegó a mis oídos de este grupo y que suena fiel a los cánones del
Nu-Metal. Tema accesible dentro lo que llevamos escuchado y que sigue
convenciendo.
Junto a “Overconfidence” es probable que “L.E.D.” y
“The Silo” sean los mejores sencillos lanzados. El primero podría definirse
como una dosis de Metal con claro regusto a Korn, pero con esa voz tan personal
de Justin que le da una personalidad propia. Curiosos los efectos de distorsión
que aparecen en algunos instantes sobre la batería de Max. Por otro lado, la
otra composición suena dura, aunque también algo más accesible (lo veo tal vez
más en una onda propia de los más contemporáneos Slipknot por instantes).
Un ritmo más explosivo reinará en “We, The Sad”. Que
esa introducción algo melódica no os engañe, porque Tallah vienen con especial
fuerza en un corte lleno de agudos (el primer grito de Justin es pura fantasía)
y que con el paso de los minutos va creciendo en lo que a demolición se
refiere. Aquí sí que emerge un monumental breakdown que hará las delicias de
todo metalero. Muy en la onda también encontraremos la fresca, aunque
peligrosamente hiriente, “Too Quick To Grieve” (los amantes del extremo van a
sonreír de lo lindo). En esta ocasión tengo que rendirme ante la guitarra, la
batería y los acongojantes guturales.
“Cottonmouth” no llega a los tres minutos y se presenta como un auténtico terremoto sónico que hará sangrar tus oídos sin piedad. Por otro lado, la batería de un demencial Max Portnoy liderará otra pieza nacida de la rabia como es “Murder Seed” (ese juego de pedales es pura fantasía). El desenlace final llega de la mano de “Red Light”, antes precedida por la breve pieza instrumental “the borderline of pain” (nada que destacar de esta última), y su curiosa pista vocal en la que Bonitz termina de cuajar una grandiosa interpretación con ciertos tintes dramáticos, mientras en la base instrumental es Max quien se lleva el gato al agua.
Aunque del conjunto de músicos sean Justin y Max
quienes atraen más atención, hay que tener muy en cuenta a los otros dos
miembros de Tallah ya que su presencia es más que necesaria para que el
resultado final sea tan bueno como este “Matriphagy”, una carta de presentación
más que convincente para una banda que está llamada a seguir creciendo en los
años venideros. Este Nu-Core tan personal que tienen me ha dejado realmente
satisfecho.
¡Uno de los discos del año!
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