Cuando
vives en una isla y se presenta la oportunidad de volver a reencontrarte con
una de tus bandas preferidas de siempre en directo sería un error imperdonable
no hacer todo lo posible por estar allí.
En
el archipiélago canario no estamos tan acostumbrados a recibir a gigantes del
Rock como otros puntos de España, aunque no por ello hay que olvidarse de
recordar que músicos como Bruce Springsteen, Aerosmith, Michael Jackson, Elton
John o Tom Jones han ofrecido memorables
actuaciones en estas tierras. Por ello, el hecho de que Scorpions anunciara a
finales de 2017 la celebración de un concierto en la isla de Gran Canaria fue
motivo de celebración para la comunidad rockera canaria.
Este
concierto estuvo incluido dentro del extenso Crazy World Tour con el que los
alemanes están celebrando más de 50 años de carrera y, de paso, incluyendo
algunas canciones de su reciente “Return To Forever” (2015).
En
2014 tuve la suerte de asistir al supuesto “último show” de Scorpions en
nuestro país, celebrado en el Palacio Vistalegre de Madrid. Quedé tan
sorprendido con el concierto que siempre me quedé con ganas de repetir la
experiencia, por lo que podéis imaginaros la felicidad inmensa que suponía esta
nueva oportunidad para un servidor. Por si fuera poco los iba a ver en mi
archipiélago, en la “isla vecina” (cariñosamente hablando) con la que los
tinerfeños o chicharreros mantenemos un pique sano (quien no lo vea así y
piense que es algo más serio está muy equivocado).
Y
aunque parezca mentira, desde 2014 hasta aquí han pasado cosas en la banda. Han
sacado nuevo álbum, el mencionado “Return To Forever”, han publicado un
documental, “Forever And A Day” y, lo más importante, han incorporado a sus
filas, tras la salida de James Kottak, a uno de mis mayores ídolos a la
batería: Mikkey Dee, quien es mejor conocido por haber sido el “rompeparches”
de Motörhead hasta 2015. Este personaje será mencionado varias veces a lo largo
de la crónica, porque en Gran Canaria nos dejó una actuación mayúscula.
Al
llegar al recinto, el Gran Canaria Arena (no sin antes darme un paseo por la
preciosa Playa de las Canteras y visitar un par de lugares cálidos como Vegueta
y Triana), me percaté de que éramos muchos quienes habíamos viajado desde otras
islas del archipiélago canario para ver a Scorpions, así como también se
percibía un interesante número de turistas alemanes entre el público (¿he dicho
ya que el turismo es nuestra principal fuente de ingresos?). Canarias tenía
ganas de Rock, eso era innegable.
Poco
tiempo después de llegar a mi asiento saltaron a escena los Hackers (¡grata
sorpresa!), banda local encargada de telonear aquella noche a nuestros
protagonistas. Aunque, obviamente, la reseña va dirigida a narrar el concierto
de Scorpions, quería recomendaros esta banda tan interesante que con su
Hard-Rock es capaz de transportar al oyente a la añorada década de los 80s.
Finalizada
su actuación, los presentes tuvimos que esperar por la banda una hora (salieron
con un retraso de media hora aproximadamente) entre canciones de AC/DC,
Aerosmith, Nickelback o Metallica de fondo. A las 21:30 las luces se apagaron y
la lona que cubría el escenario cayó, dejando a la vista un escenario oscuro
sobre el que tres pantallas proyectaban un pequeño vídeo previo. Segundos
después apareció la silueta de Mikkey Dee caminando sobre la pared de
amplificadores hacia su batería, causando el delirio general y, en pocos
segundos, el inicio del show de la mano de “Going Out With A Bang”, primer
aguijonazo de los escorpiones con el que nos dimos cuenta de que la edad es
solo un número para estos cinco músicos. Si bien es cierto que la canción en
sí, como apertura, me parece que es algo inferior a otros temas que han
cumplido esta función de obertura como
“Coming Home” o la reciente “Sting In The Tail”, me dio la sensación de
que provocó sensaciones positivas en un impaciente público que deseaba ver a
aquellos gigantes del Rock de cerca. Las guitarras de Rudolf y Matthias sonaban
especialmente bien, el bajo de Maciwoda tenía gran presencia (algo que me
sorprendió tras la experiencia en el Vistalegre), Mikkey Dee no paraba de mover
sus gruesos brazos sobre la batería y el señor Klaus Meine comenzaba a calibrar
su prodigiosa voz, la cual tomaría mayor fuerza y elegancia conforme avanzaría
el concierto. Más aplaudida aún fue “Make It Real”, que es el eterno segundo
plato en los conciertos de la banda y que fue interpretada a las mil maravillas
sobre una escenografía en la que fue proyectada una bandera española de grandes
dimensiones.
Tras
un cálido saludo en español de Klaus a todos los presentes, la batería de
Mikkey anunciaba la llegada de ese
fabuloso híbrido entre reggae y ska que lleva por título “Is There Anybody
There” (el sueco estuvo especialmente sembrado con las baquetas en esta
canción) de su magistral álbum “Lovedrive”, que precedería a una de las grandes
joyas de la noche: “The Zoo”. Esta canción, como clásica que es, es garantía de
triunfar en vivo, y así lo hizo. Los riffs de Schenker y Matthias (este último
estuvo, además, acertadísimo con el talk-box), el bajo de Pawel y los
baquetazos de Dee construían una sólida base instrumental sobre la que mi
respetadísimo Klaus se desenvolvió a la perfección.
Entre
vítores, y sin tiempo para un pequeño descanso, Schenker empuñó su Flying V y
comenzó a tocar los primeros acordes de la apoteósica “Coast To Coast”, un
instrumental clásico de los alemanes que, como cabía esperar, sonó de perlas y
nos regaló la aparición sobre las tablas de Klaus con una guitarra (siempre he
pensado que está desconectada jeje) acompañando a Rudolf y a Matthias en su
ardua labor.
Después
sería el turno de recordar por todo lo alto los orígenes de la banda con un
colorido medley compuesto por cuatro clásicos de la banda durante los años 70s (¡en los tiempos de Uli Jon Roth
a la guitarra solista!) como “Top Of The Bill”,”Steamrock Fever”, “Speedy’s
Coming” y “Catch Your Train”, todas bien conectadas e interpretadas. Gran parte
de la audiencia parecía desconocer estas canciones (ya se sabe que a estos
conciertos acude mucha gente que conoce solamente los 4 hits del grupo), pero
no dejaron de aplaudir a la banda antes, durante y después de este pequeño
viaje al pasado de nuestros queridísimos escorpiones.
Una
vez más, la banda interpretó dos canciones más recientes. En primer lugar la
melódica y bella “We Built This House”, cuyo estribillo fue coreado por los
allí presentes, respaldando una actuación, nuevamente, acertada de todos los
músicos. Matthias Jabs, posteriormente, se convertiría en el protagonista
absoluto del espectáculo gracias a la instrumental “Delicate Dance”, canción
que apareció por primera vez en el Unplugged de la banda (100% recomendable),
en la que este se desenvolvió a las mil maravillas con las seis cuerdas, aportándole
a la canción esa sensibilidad y limpieza sonora que tanto le ha caracterizado
como guitarrista durante estos años (¿he dicho ya que es uno de mis
guitarristas preferidos de todos los tiempos?). Cabe señalar que para su
interpretación, la banda conto con la participación del joven guitarrista
argentino Damián Salazar, quien ha sido invitado por Scorpions a interpretar
esta canción con ellos durante toda la gira americana. Como muchos sabrán, los
alemanes apuestan por los jóvenes talentos y suelen hacer este tipo de cosas.
Tras
ocho canciones, dio inicio el festival de baladas de Scorpions, quienes son
auténticos expertos en este tipo de composiciones. Para ello, y muy
acertadamente, el quinteto nos regaló un medley inicial de tres bellas piezas
como las recientes “Follow Your Heart”, “Eye Of The Storm” y todo un clásico de
la banda como “Send Me Angel”, logrando esta última hacer que toda gran Canaria
acompañara a Klaus con ese emotivo “Here I Am!!!!!”. Lejos de finalizar la
emotividad, el mítico silbido de Klaus Meine anunció la llegada de la
mundialmente conocida “Wind Of Change”, causando una nueva oleada de gritos,
lágrimas de emoción y alegría. No faltó, aprovechando la ocasión, el guiño del
bueno de Klaus a España durante uno de los estribillos, cantándolo en nuestro
idioma, recordando aquella versión que estos músicos grabaron en nuestra lengua
hace un par de décadas, y que llevó el título de “Vientos de Cambio”. Todo este
set de baladas, viéndolo desde una perspectiva global, sonó perfecto y tuvo como centro de atención a ese tierno
cantante llamado Klaus Meine, cuya voz siempre ha sido y será una de las más
bellas del Hard-Rock.
El
rock electrizante volvió a hacer acto de presencia de la mano de la
imprescindible “Tease Me Please Me” y su provocadora letra. A estas alturas del
show la maquinaria germano-sueco-polaca funcionaba de las mil maravillas pero,
como ellos mismos cantaban hace un par de años… “lo mejor estaba por llegar”.
Klaus
Meine se dirigió a la audiencia y dedicó unas bellas palabras para el mismísimo
e inigualable “Godfather Of Heavy Metal”, nuestro querido y eterno Lemmy
Kilmister, quien nos dejó a finales de 2015, suponiendo el final de Motörhead,
lo que a su vez hizo posible la llegada de Mikkey Dee a la banda. Tras esto, el
cantante anunció la interpretación de un tema de Motörhead que no fue otro que…
“OVERKILL” y, amiguetes míos, esta fue una de las canciones de la noche, pese a
no ser de los propios Scorpions. Si hay una pista de batería que he venerado
durante toda mi vida esa es la de esta canción y si hay un batería a quien yo
respete, y a quien tuve la suerte de conocer en persona hace un tiempo, aunque
esa es otra historia, ese es mi respetado Mikkey Dee. Los baquetazos del rubio
retumbaron sobre un Gran Canaria Arena rendido y emocionado al ver fotografías
de Lemmy proyectadas en las tres pantallas del escenario (confieso que no pude
contener las lágrimas en aquel momento), mientras la banda se marcaba una
versión de “Overkill” memorable y muy digna, especialmente (obviamente sin
contar a Mikkey) por parte de Klaus, quien pese a tener un registro
completamente diferente al de Lem, lo bordó al micrófono. Este pequeño, pero
extremadamente emotivo, homenaje a un héroe caído, dio paso al que podría ser
el momento más comentado de la noche (y no es para menos), que fue el
descomunal, épico, ensordecedor e inhumano solo de batería de Mikkey. Más de 6
minutos de pura exhibición tras los pedales, reventando los parches a partir de
salvajes y coordinados baquetazos que terminaron poniendo en pie a la mayoría
de las personas que estaban sentadas en las gradas para ovacionar el despliegue
de fuerza y calidad que el sueco ofreció. Como fan de Motörhead y de este
rompeparches, sabía perfectamente lo que este tío era capaz de hacer (para mí,
al igual que para Lemmy, el mejor batería que ha dado el Metal), pero aquel
espectáculo fue, hablando claro y muy mal, una puñetera pasada.
De
esta forma, entrábamos en la recta final que, como mandan los cánones, estuvo
conformada por himnos de la banda. El primero de ellos fue “Blackout”, con su
agresividad metalera característica envuelta bajo el humo de la guitarra
tuneada de Rudolf Schenker, para después dar paso a los épicos riffs de otro
hit como “Big City Nights”, cuyo estribillo fue coreado por todo un Gran
Canaria Arena que acompañó la brillante ejecución que aquellos cinco músicos
realizaron.
Tras
un falso adiós, pasaron un par de minutos hasta que la banda volvió a aparecer
en el escenario para regalarnos un esperable pero asombroso encore que pondría
punto y final a la velada. “Still Loving You” sonó de 10, con Klaus Meine
completamente sembrado regalando al respetable una interpretación perfecta
(¡cómo canta el bueno de Klaus!) y un solo bordado por parte de Schenker,
mientras que “Rock You Like A Hurricane”, como himno de la banda que es, se
encargó de cerrar el show a lo grande, con ese derroche de Hard-Rock tan propio
de estos gigantes del género que terminó de someter a Gran Canaria al poder de
los escorpiones. Muchos nos dejamos el poco aliento que nos quedaba gritando el
famoso estribillo de la canción. Finalizada la canción, la banda se despidió
del público (con grito de Rudolf incluido) y regaló púas, baquetas y hasta la
toalla sudada de Mikkey Dee.
Han
pasado muchas horas desde que el concierto finalizó, he visto vídeos, he
hablado con varias personas que estuvieron, como yo, allí presentes, y todos
coincidimos en que fue un espectáculo colosal. Pese a que los años suelen pasar
factura, estos cinco músicos (especialmente Klaus, Rudolf y Schenker, que
superaron los 60 años hace tiempo) siguen demostrando en cada actuación su amor
por el Rock, ese género por el que tanto han hecho. Un show sin peros.
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