En 1973, el Hard-Rock atravesaba una etapa de consolidación: Led Zeppelin había expandido sus límites con cuatro obras maestras, Deep Purple reinaba gracias a su virtuosismo y Black Sabbath arrastraba al público hacia territorios más oscuros que acabarían dando nombre al Heavy Metal.
Mientras
tanto, en la costa oeste estadounidense, un joven guitarrista llamado Ronnie
Montrose estaba a punto de ofrecer su propia visión: más directa, vibrante y
con ese sonido limpio pero contundente que caracteriza a los americanos.
Tras
su paso por la Edgar Winter Group, Ronnie decidió tomar el protagonismo
formando su propia banda junto a una futura leyenda como Sammy Hagar —quien
años después sería vocalista de Van Halen—, el bajista Bill Church y el batería
Denny Carmassi. El resultado fue Montrose (1973), un debut que, aunque no
arrasó en ventas en su lanzamiento, con el tiempo se convirtió en disco de
culto y piedra angular del Hard-Rock norteamericano, influencia directa para
grupos como Tesla, Y&T o los propios Van Halen.
No
se puede pasar por alto la excelente producción de Ted Templeman, que redondeó
un trabajo que sigue sonando vibrante medio siglo después.
La
apertura llega con “Rock the Nation”, un tema electrizante de riffs afilados
que destilan puro Boogie y Hard-Rock con energía contagiosa. La inconfundible
voz de Hagar combina juventud con una actitud callejera muy atractiva. Su
letra, que celebra música y libertad, encaja a la perfección con la sensación
de una banda presentándose al mundo sin complejos.
En
segundo lugar aparece uno de los clásicos del grupo, “Bad Motor Scooter”. El
slide de Montrose inicia la canción imitando el rugido de un motor, para
desembocar en un corte de carretera, veloz y con enorme gancho. La química
entre guitarrista y vocalista se percibe en cada fraseo, y el solo central es
tan melódico como lleno de energía.
Del
Hard-Rock festivo se pasa a la experimentación con “Space Station #5”, pieza
ambiciosa y cambiante: comienza con un pasaje atmosférico y psicodélico, para
luego estallar en un riff pesado y acelerado cercano al Hard-Rock callejero. A
mitad del tema, la banda introduce un interludio ambiental donde la voz de
Hagar aparece distorsionada, rompiendo moldes y sorprendiendo al oyente. La
letra se mueve entre imágenes de ciencia ficción, un recurso cada vez más
frecuente en las bandas de la época (honor a la industria del cine de
entonces).
Luego
llega la salvaje “I Don’t Want It”, breve, directa y con un espíritu urbano que
recuerda a los Thin Lizzy de Jailbreak o Chinatown. Los riffs de Montrose son
sencillos pero afilados, mientras que Hagar brilla al micrófono. Sin embargo,
es justo destacar el trabajo de Carmassi, que marca un ritmo tan variado como
técnico.
La
segunda mitad del álbum arranca con una versión electrificada del clásico de
Roy Brown “Good Rockin’ Tonight”, convertida aquí en una auténtica fiesta
rockera de tempo rápido en la que Hagar despliega sus mejores registros.
Mención especial para Montrose y sus guitarras, que oscilan entre el Rock and
Roll tradicional y la fuerza del Hard-Rock del momento.
Otro
gran himno del disco es “Rock Candy”, cimentado en un riff pesado y una batería
demoledora que desprende un groove adictivo. Aunque es puro Hard-Rock, también
se percibe un poso de Blues en su estructura monolítica. Con sus cinco minutos
de duración, respira ambiente de estadio y confirma que Montrose podía aspirar
a lo más alto de la industria.
“One
Thing on My Mind” parte del Blues-Rock más acelerado y eléctrico, combinando
riffs juguetones con un estribillo directo y pegadizo. Tiene un tono algo más
relajado que los anteriores cortes, pero conserva toda la energía y la actitud
de la banda.
El
viaje cierra con “Make It Last”, un medio tiempo maduro y ambicioso con cierto
aire reflexivo tanto en la instrumentación como en la interpretación vocal
(adoro los tonos más tranquilos de Sammy). Su título, irónicamente, resume el
logro del disco: dejar una huella duradera.
CONCLUSIÓN
El
homónimo Montrose no solo es un debut brillante, sino uno de los discos más
influyentes del Hard-Rock estadounidense. Su fórmula de riffs afilados,
canciones concisas y energía positiva inspiró de forma directa a futuras
leyendas.
Ronnie
Montrose probó que no era necesario llenar un álbum de solos interminables para
lograr un rock de alto voltaje, y Sammy Hagar encontró aquí la plataforma que
lo catapultaría a la élite del género.
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