En un momento de estancamiento creativo dentro de System of a Down, Daron Malakian decidió canalizar su energía en Scars on Broadway, un proyecto que le permitió experimentar con sonidos ajenos al molde de su banda madre. Debutaron en 2008 con un disco muy próximo al estilo de SOAD, casi como una continuación simbólica. En 2018 lanzaron Dictator, un álbum con momentos intensos, aunque también marcado por una notable irregularidad: mientras algunas canciones desbordaban la furia punk-metal esperada, otras pecaban de ser demasiado simples o carentes de riesgo.
Ahora,
en julio de 2025, llega “Addicted to the Violence”, el primer álbum de estudio
en siete años, y sin duda el más arriesgado hasta la fecha. Grabado de forma
pionera en casa de Malakian —quien se encargó de todo excepto las voces,
posteriormente pulidas en estudio—, este trabajo refleja un enfoque más
introspectivo y valiente en la composición, que podría compararse, salvando
distancias, con los giros creativos de Mezmerize, uno de los discos más
transgresores de SOAD. Aquí no hay concesiones a un solo género:
sintetizadores, punk, metal, psicodelia y ritmos arménicos conviven en igualdad
de condiciones. En varias entrevistas, Malakian ha descrito su proceso creativo
como el de un pintor que mezcla colores libremente. Las canciones fluctúan en
emoción y sonido sin previo aviso, con el sintetizador actuando como hilo
conductor, incluso por encima de la guitarra.
La
estética visual también ha evolucionado. La portada, creada por su padre Vartan
Malakian, añade un componente simbólico y personal que refuerza la identidad
del proyecto como algo independiente, artístico y profundamente íntimo.
El
álbum abre con “Killing Spree”, una canción con frases potentes y claramente
reivindicativas ante un mundo cada vez más caótico. Su ritmo acelerado y la
inconfundible voz de Daron te atrapan desde el primer segundo. Sin embargo,
también deja entrever uno de los problemas del disco: la producción sigue
arrastrando ciertas carencias, con un sonido por momentos cavernoso y poco
pulido, muy en la línea de lo que ya ocurría en Dictator.
En
segundo lugar encontramos la polémica “Satan Hussein”, un título que de por sí
capta la atención, pero que va mucho más allá de la provocación fácil.
Musicalmente, ofrece un metal incendiario y casi hipnótico, que recuerda a los
mejores momentos de System of a Down, especialmente por ese estribillo tan bien
armado. Algo similar sucede con la también destacada “Done Me Wrong”, una
canción con potencial de single, aunque Daron decidió reservarla hasta el
lanzamiento oficial del álbum. Tanto las líneas vocales como las guitarras
llevan el ADN de SOAD, y por si fuera poco, incluye un excelente solo de
sintetizadores de inspiración oriental. Tras varias escuchas, se perfila como
una de las favoritas del disco.
La
crítica lírica continúa con “The Shame Game”, otro juego de palabras que da
lugar a una canción más melódica y oscura. Aquí Daron saca a relucir una faceta
introspectiva que gana fuerza con las escuchas, aunque no llega a brillar tanto
como otras piezas del álbum.
Por
el contrario, “Destroy the Power” —segundo single del disco— y “Imposter” no
terminan de convencer. Ambos arrancan con riffs prometedores, casi amenazantes,
pero pronto se desinflan y dan lugar a una falsa expectativa que no termina de
cuajar.
Mucho
más efectiva resulta “You Destroy You”, donde destacan unos curiosos arreglos
mediterráneos en secciones de cuerdas que aportan riqueza melódica al conjunto.
No es una obra maestra, pero cumple con solvencia y se deja disfrutar.
El
espíritu de SOAD vuelve a respirarse en “Watch That Girl”, una pista que
comienza de manera algo irregular, pero que mejora considerablemente con la
entrada de la percusión, hasta convertirse en una canción correcta, aunque sin
llegar a ser memorable.
El
cierre corre a cargo de la homónima “Addicted to Violence”, una composición
melódica que destaca por sus acertados arreglos de teclado, alcanzando por
momentos un enfoque cercano al metal experimental.
CONCLUSIÓN
Aunque
las diferencias sonoras entre Addicted to the Violence y Dictator son
evidentes, ambos comparten una estructura similar: presentan varios temas
brillantes, pero también otros que carecen de profundidad o parecen inacabados.
Con esto no quiero decir que sea un mal disco (¡ni mucho menos!), pero sí que
se sitúa lejos del nivel alcanzado por el debut homónimo y, por supuesto, a
años luz de cualquier trabajo de System of a Down.
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